HISTORIAS DEL VIRUS: Diarios del confinamiento, de Alberto Arzua

Pincha para ver El diálogo como paisaje, como descripción -¿Qué pasa aquí? -Esto pasa. -A ver, explíquemelo. -No, hombre, basta con que mire a su alrededor. -No, mujer, basta con que mire a su alrededor. -No hacía falta que repitiera toda la frase, eh, era solo por constatar mi género al lector. -Sexo. -¿Cómo? -Que no es género, sino sexo, el género es una cosa gramatical, el sexo, en cambio, es algo que salta a la vista. -Bueno, vale, pero nos estamos distanciando del tema original. -¿Qué tema? -La descripción del «esto» y de «lo que pasa aquí». -Pues hasta ahora solo se ha descrito mi sexo. -Y muy vagamente, en general, sin entrar a mayor descripción de atributos físicos. -Ni falta que hace. -Es que a mí, le seré sincero, las mujeres con mascarilla me ponen más que las desnudas. Desnudas de cara, quiero decir. -A mí los hombres con mascarilla me ponen exactamente lo mismo que sin ella: cero pelotero. Pero nos volvemos a salir del tema nefando, que es el maldito virus. -Ah, el virus. Una lata. -No, no, el virus es un peligro mortal, la mascarilla sí que es una lata, no confundamos, a cada cual lo suyo: virus peligromortal, mascarilla lata. -Pero es que el virus no lo vemos y la mascarilla sí. -Huy que no lo vemos ¿no ha visto usted la pelotica esa llena de tachuelas? -Ah, eso ¿pero de veras es así? -Es así. -Yo creía que era un dibujo animado. -Si fuera un dibujo animado le habrían puesto la guadaña segando vidas. -La veo a usted muy negativa, oiga. -¡Ni negativa ni hostias, esto no es para tomárselo a broma! -Se le ha metido la mascarilla en la boca, por gritar, ufs, es usted así como tirando a fea una vez que muestra semejante narigón con verruga y esos morros y esos dientes torcidos; no sé cómo, teniendo ese aspecto, abomina usted de la mascarilla, que tanto la agracia. -Se va a ir usted a la mierda. -Ande, léase usted los cuenticos estos del virus a ver si le mejora el carácter, que ya veo que otra cosa solo la puede mejorar una cirugía. -¡Nunca había dicho nada así, pero se lo voy a decir porque se lo ha ganado: ojalá se case usted con una mujer que coma galletas en la cama! -¡Huy lo que me ha dicho! Me voy, aunque sea a la mierda. Ea.

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