Rimas / Gustavo Adolfo Bécquer

Ahora que se ha puesto de moda en las redes sociales, por ejemplo el FaceBoock, lo que, pienso, debe llamarse «Literatura Interactiva», algunos, ante la presencia distante, pero ahí frente a nuestros ojos, de una musa -ajena o propia, conocida o extraña- quisiéramos tener a nuestro lado a Bécquer para que nos soplara una o dos frases conmovedoras, llegadoras, de esas que realmente arriban al corazón de la fémina, objeto de nuestro piropo y que la mueven a agradecernos el elogio a su belleza, sin importar si somos apuestos o desaliñados. Las teclas de nuestro ordenador también lo agradecerían: poder escribir a un ritmo poético íntimo y seco, certero y romántico es un don y un placer. En esas condiciones el llano «Me gusta», se vuelve un pedazo de poesía. Entonces la dama, que posó, buscó y aceptó el piropo en el Face, se fascina y empieza a teclear. Así nace la Literatura Interactiva.
¿Y quién, dolido por un desdén de mujer altiva, no ha exclamado: «Como yo te he querido…, desengáñate, ¡Así no te querrán!».
Gustavo Adolfo nació en el corazón del barrio de San Lorenzo, Sevilla, el 17 de febrero de 1836 y murió en Madrid, víctima de la tuberculosis el 21 de diciembre de 1870. Pudo haber sido marinero, y entonces tendría que haber sido un Conrad de nuestra lengua; pudo tambien manejar el pincel, y necesariamente sería un pintor impresionista, con sus renglones difuminados y al mismo tiempo embarazados por los trucos de la luz; pero fue poeta, el más grande poeta de nuestra juventud.
Las Rimas de Becquer -quien inmortaliza el apellido de sus antepasados de Flandes-, son breves poesías que alcanzan un número mayor a 70. Fueron publicadas en 1860, desde entonces acompañan, en su bolsillo, a todo jovencito culto que se proclama romántico y a toda jovencita que busca el amor ideal en su primer beso de amor. Por lo general son acompañadas por las no menos celébres «Leyendas» y por otras sentidas obras, menos conocidas del vate sevillano.
¡Anímense, jóvenes a leer a Gustavo Adolfo, no se arrepentirán! Es más, es seguro que muchos habrán de aprender de memoria sus suaves estrofas, perfumadas con el corazón del escritor, hoy recomendado.
A juicio del preclaro Eugenio D’Ors, académico de la Real Academia Española, «la poesía de Bécquer, parece un acordeón tocado por un ángel».
Matías Antonio Ocampo Echalaz

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