¿En dónde radica el estilo de Antoine de Saint-Exupéry? En el uso elegante del sentido común. Aristócrata de las letras encarnó, como cualquier otro Ïcaro, el sueño dorado del hombre: volar. Aviador hasta el último aliento, fue en las nubes -volando alto- donde concibió El Principito, una obra maestra de la literatura mundial, y desde 1944, en que lo facturó para mayor gloria de su noble apellido, puso a volar, en libertad, el pensamiento de sus hoy miles de lectores que no desean despertar de ese sueño imposible al que con su prosa poética los indujo y, por tanto, no terminar de leer nunca su luminosa prosa. Y es que El Principito es una novela corta. Uno quisiera seguir disfrutando del estilo de Saint-Exupéry por más tiempo del que abarca una sentada. Pero, en fin, nuestro autor de hoy tiene otras obras igual de intensas y bellas. Mencionemos algunas de ellas: Correo del sur, Vuelo Nocturno y Piloto de guerra.
Es recomendable adquirir El Principito ilustrado con los simpáticos dibujos que el propio Saint-Exupéry realizó para su obra capital, pues hay ediciones que no los incluyen, aunque la figura del principito es reconocida universalmente y ya pertenece al al tesoro cultural de los afortunados seres que habitan el planeta azul.
El 31 de enero de 1931, André Gide, Premio Nobel de Literatura en 1947, escribió en su célebre Diario (Lozada, pag. 911): «Muy contento de verme de nuevo con Saint-Exupery, en Agay donde he pasado dos días junto a P. Está en Francia desde hace apenas un mes; ha traído de la Argentina un nuevo libro y una novia. He leído uno y he visto a la otra. Le he felicitado mucho, sobre todo por el libro; deseo que la novia resulte igualmente satisfactoria». La esposa hispanoamericana, en una biografía más o menos reciente sobre el genio de Lyon, -lugar en donde éste nació con el siglo XX, el 29 de junio de 1900- enfatiza que Saint-Exupéry, era un tipo despreocupado de los bienes mundanos y de las obligaciones materiales que conlleva la unión conyugal. No obstante, al propio Gide, el autor del Principito le convidaba la frase: «La felicidad del hombre no está en la libertad, sino en la aceptación de un deber». Así es que el deber de cuidar la rosa, es el mismo que llevó a este héroe de carne y hueso a perder la vida el 31 de julio de 1944 en acción y durante la segunda guerra mundial. Su desaparición física ha sido motivo de investigaciones científicas y periodísticas que ya forman el epílogo de su meritoria vida al servicio de la libertad y el arte.
Matías Antonio Ocampo Echalaz
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