La muerte prematura de este hombre, a los 50 años, ha sido una desgracia para la literatura mundial, ya que nos privó de un enorme talento literario. Sus novelas más conocidas, Los detectives salvajes y 2666, son dos exquisitas obras de arte de la narrativa moderna. Su manejo del lenguaje, su originalidad, su sentido del humor, su insultante inteligencia sudamericana, su sacerdocio literario, sus prodigiosas dotes… nunca nos dejarán de asombrar y siempre serán fuentes de placer para lectores de todos los tiempos.
Esta novela que nos ocupa, La literatura nazi en América, es especialmente divertida. Yo he soltado más de una carcajada. Está planteada como un listado borgiano (se le ha comparado con Borges; desde luego, en este libro, las similitudes son evidente) de personajes imaginados, pero con todas las posibilidades de ser reales. De hecho mezcla realidad con ficción constantemente y yo reconozco que muchas veces no sé dónde está la frontera, lo que hace al asunto mucho más hilarante.
El libro consta sencillamente de una serie de biografías de personajes marginales, todos con veleidades literarias, todos con aberrantes ideales derechosos. Nos haremos mejor una idea si consigno aquí un par de inicios de esas vidas:
Silvio Salvático (Buenos Aires, 1901-Buenos Aires, 1994)
Entre sus propuestas juveniles se cuenta la reinstauración de la Inquisición, los castigos corporales públicos, la guerra permanente, ya sea contra los chilenos o contra los paraguayos o bolivianos como una forma de gimnasia nacional, la poligamia masculina, el exterminio de los indios para evitar una mayor contaminación de la raza argentina, el recorte de los derechos de los ciudadanos de origen judío, la emigración masiva procedente de los países escandinavos para aclarar progresivamente la epidermis nacional oscurecida después de años de promiscuidad hispano-indígena, la concesión de becas literarias a perpetuidad, la exención impositiva a los artistas, la creación de la mayor fuerza aérea de Sudamérica, la colonización de la Antártida, la edificación de nuevas ciudades en la Patagonia.
Fue jugador de fútbol y futurista (…)
Luiz Fontaine da Souza (Río de Janeiro, 1900-Río de Janeiro, 1977)
Autor de una temprana Refutación de Voltaire (1921) que le valió elogios en los círculos literarios católicos del Brasil y la admiración del mundo universitario dada la vastedad de la obra, 640 páginas, el aparato crítico y bibliográfico y la manifiesta juventud del autor. En 1925, como para confirmar las expectativas creadas por su primer libro, aparece la Refutación de Diderot (530 páginas) y dos años después la Refutación de D’Alembert (590 páginas), obras que le colocan a la cabeza de los filósofos católicos del país.
En 1930 se publica la Refutación de Montesquieu (620 páginas) y en 1932, Refutación de Rousseau (605 páginas).
En 1935 pasa cuatro meses internado en una clínica para enfermos mentales en Petrópolis.
Ustedes la gocen bien. Yo ya estoy en trámites de conseguir toda la obra de este genio.