Este es el último libro publicado en español de uno de los pesos pesados de la ciencia ficción. No soy un lector especialmente adicto a la ciencia ficción, por lo cual el fiel aficionado al género haría bien en no seguir leyendo lo que yo sigo escribiendo. Manténgase cada cual en su realidad paralela.
Lo que más me atrae de la ciencia ficción es la ficción. La ciencia en sí no es que me la traiga exactamente al pairo, pero una sobredosis dentro de una novela me resulta incómodo, molesto e innecesario. Algo de esto sabe Julio Verne, que se empeñaba en describirnos plantas, animales o formaciones rocosas en párrafos y páginas infumables que los habituados saltábamos con precisión funambulista. El francés, por cierto, aparece genealógicamente en esta obra.
¿Este Neal sabe mucho y lo quiere demostrar? Algo de eso hay. ¿Este Neal tiene un importante cacao mental? Así me lo parece, pues mezclar el platonismo (filosofía viejuna como pocas) con los bits puede que esté de moda (“metafísica computacional” dice que se llama), pero me parece una sinsorgada propia de la New Age más pseudocientífica.
Sinsorgada. En proto-bilbaino: chorrez. En bilbaino antiguo: frase insustancial. En bilbaino medio: actitud de poca formalidad. En bilbaino práctico: acción torpe y aparatosa. En nuevo bilbaino: melonada.
¿Este Neal es un buen escritor? Pues según. Escribe correctamente, tiene ideas francamente originales y hasta divertidas, pero su manera de trasladarlas no resulta muy interesante que digamos. Vamos, que yo no daba botes de alegría cada vez que retomaba la lectura de Anatema.
Resumiendo, que esta novela me ha resultado aburrida y pesada. Con trozos luminosos, sí, pero que no me merecen la pena entre tanto fárrago teórico. Les avisaré a ustedes que el tal Neal utiliza habitualmente un lenguaje propio, lo que al parecer le otorga un caché de exquisito, pero que a mí se me antoja plúmbeo y pretencioso. ¿A qué viene llamar “sures” a las monjas, en vez de “sores”. Él sabrá. A lo que hoy en día conocemos por “la red”, o sea, Internet, la llama “la retícula”. A los santos les denomina “santes” porque, explica, esto viene del “Problema del tallador vago”, que redujo la longitud de la palabra sapiente a “sante” o “st”. O sea que los santos son listos. Esta última “gilypollez” (palabra también inventada por Neal; no he encontrado su versión original en inglés, si alguien la sabe, le agradecería que me la comunicara) no deja de tener su gracia. Y la gracia se agradece en esta novela porque la mayor parte de los chistecillos son típicos yankees de comedia de situación.
Dos cositas más. Una, este Neal tiene un problema con el asunto de quedar mal ante los demás y con el sentimiento de vergüenza en general, como se revela casi en cada conversación. Dos, su descripción de temas amorosos o sexuales es ridículamente torpe.
Y vayamos ahora con las citas.
Elegante descripción de un suelo:
Su suelo de piedra, 2300 años más antiguo que el suelo de la Nueva Biblioteca, era tan liso bajo la planta de mis pies que apenas podía sentirlo. Podría haber encontrado el camino con los ojos cerrados, limitándome a dejar que mis plantas leyeran los recuerdos grabados en el suelo por los que habían pasado por allí antes que yo.
Curiosa descripción de un coro cantor:
La irregularidad de las voces era música en sí misma.
Todavía más curiosa percepción de la coquetería femenina:
Estimé que tendría unos treinta años, aunque las mujeres de extramuros se arreglaban el pelo y la cara de una forma que hacía difícil estimar esas cosas; pensándolo mejor, era una de veinticinco arreglada.
Hablando de “connubio”, un latinajo sin retocar que utiliza para referirse a la relación sexual, suelta la siguiente… ¿ironía? matrimonial:
El número es casi siempre dos. La configuración habitual es que uno sea un fra y el otro miembro una sur, de edad similar.
Los que no tienen su nivel intelectual (traduzco: no piensan como él en materia científica), son lerdos:
Leyendo sin interés la siguiente línea de tecnogilypollez…
Retazo de lucidez:
Dado que el único propósito del Libro era castigar a sus lectores, cuanto menos se diga, mejor.
Frase típica. ¿Usted se la tragaría de merienda?
La metateorética pura merecía el apoyo secular. A mí me parecía evidente que estaba empleando la Trascuestación Hipotroquiana para afirmar que la metateorética pura sería la única ocupación de aquel Mensal, con lo que no estaba nada de acuerdo…
Otra:
¿Hay sistemas de Insensatez Artificial en las Ecologías Desenfrenadas de Botnet Huérfana?
Una de risas para aquellos que entienden “orto” como se suele entender «orto»…
Rojos para el orto, azules para el flújico. Me metí uno rojo en el oído…
Una explicación de historia ficción que aclaro primero. “Avotos” son los monjes guardianes del conocimiento. “Cenobio” es sinónimo de monasterio. “Praxis” es la práctica. Con tal de liarla…
Hace tres mil setecientos años encerraron a los avotos en los cenobios por miedo a su capacidad de cambiar el mundo por medio de la praxis.
Momento de lucidez un tanto fascistoide:
El método poético es una característica del cerebro, un órgano concreto o una facultad, que posees o no posees. Y aquellos que la poseen están condenados a una guerra interminable con aquellos que no la tienen.
Al final del libro, en las denominadas Referencias, el tal Neal comenta:
Dado que mi objetivo ha sido escribir una novela interesante y no realizar una investigación filosófica seria…
Ante lo cual no tengo nada más que decir. Les aseguro a ustedes que me gustaría que me gustara este autor, pues ha escrito muchos libros y muy gordos (algo se me ha pegado en este largo comentario). En cuanto me desintoxique un poco a lo mejor pillo alguna otra novela siempre que se me asegure que no me dormiré en el intento. Dicen que tiene alguna histórica. Veremos…
Aunque el hábito no haga al monje he preferido poner una foto del autor como ilustración en vez de la tradicional portada. Ustedes sabrán ver el por qué.
Alberto Arzua
Pues te castigo a leerte su «Criptonomicón»… a ver si consigues decirme de qué va, que yo nunca lo he sabido, pese a no poder despegarme de su lectura.
Y conste que a mí «Anatema» me gustó mucho.
Prefiero empezar por Interfaz y una tal Cobweb (no sé si está traducida), que escribió con su tío un poco antes de soltar la espita del presto.