Solar – Ian McEwan

He aquí uno de mis escritores favoritos, de quien se pueden recomendar como mínimo tres novelas excepcionales: Amsterdam, Expiación y Sábado. Esta que ahora nos ocupa, Solar, en mi opinión tan sólo llega a la categoría de excelente. Y es que, al igual que la materia (o la energía), los grandes escritores ni se crean ni se destruyen, sino que se transforman.

Se ha publicitado este libro hasta la saciedad afirmando que se trata de un toque de atención sobre el problema del cambio climático. Parece ser que McEwan es un experto en estos temas y aborrece de aquellos que dudan acerca de la gravedad del efecto invernadero. Me parece muy bien, pero que se sepa que el libro no es ningún panfleto, ni mucho menos, puesto que se expresan opiniones para todos los gustos. De hecho el protagonista es un premio Nobel de física, muy involucrado en el asunto, pero cuya personalidad es sencillamente lamentable. O sea que no se nos adoctrina, faltaría más.

También se ha comentado que hay parrafadas técnicas bastante aburridas. Pues es mentira, no las hay. Los comentarios técnicos, que hoy en día resultan frecuentes en muchos textos, -quizá porque los autores cada vez son más cultos e interdisciplinares-   le añaden luz y color a la literatura, ni oscurecen ni molestan.

Y hablando de literatura, que es de lo que aquí se trata, citemos tres joyitas de esta novela.

¿Cómo expresarías la idea de que, ante un cúmulo de tareas que hacer, te vienen las ganas de no hacer nada?

El olvido, la última palabra en organización, sería su único consuelo.

¿Cómo describirías una caca en una taza de water?

… el arabesco de color chocolate del excremento de otro hombre…

¿Cómo expresarías las dudas de un personaje?

En el viejo parlamente de su propio ser hubo una clamorosa división de opiniones. La voz elocuente de la experiencia se alzó en medio del alboroto para observar que negarse una liberación largo tiempo aguardada podría dañar aún más su concentración. No hizo caso de esta voz y siguió caminando.

Por cierto, la “liberación largo tiempo aguardada” es lo que llamaríamos pedestre y eufemísticamente “un encuentro sexual”.

Y acabo con algo tragicómico. Resulta que el personaje se encuentra viajando en motonieve cerca del ártico y, en su inexperiencia, se ha detenido a orinar. Al sacar el pene, éste se le congela. Vuelve a la motonieve como puede y…

Al levantar una pierna para auparse a su asiento detrás del guía, sintió, e incluso creyó que oía, un dolor en la ingle terrible, desgarrador, una rotura y una separación, como un nacimiento, como un glaciar que se desgaja. Lanzó un grito…  Algo frío y duro se había desprendido de la ingle de Beard, había caído dentro de la pernera de sus calzoncillos largos y estaba ahora alojado justo encima de la rótula. Se introdujo la mano entre las piernas y no encontró nada. Se puso la mano en la rodilla y el objeto horrendo, que medía menos de cinco centímetros, estaba tieso como un hueso. No lo sentía, o ya no lo sentía, como una parte de su cuerpo.

Alberto Arzua

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