Esto es la guerra, chicos y chicas, la guerra de verdad. Ahí en los planetas vivís en la inopia, no sois conscientes de que hay un universo en guerra constante, sólo de que hay comercio y de que de vez en cuando se funda una nueva colonia en un rincón desconocido del cosmos, o que desparece una ya existente. Y si desaparece una colonia es por eso, porque hay guerra, y si se puede fundar otra puedes jurar que ha costado mucha sangre a las Fuerzas de Defensa Coloniales. Sangresabia, por cierto, y de color gris. Sangre inteligente, que sabe tapar una herida al instante y defenderse contra cualquier ataque químico, o casi.
«El día que cumplí setenta y cinco años, hice dos cosas. Visité la tumba de mi esposa y me enrolé en el ejército.»
Eso escribía yo al empezar mi libro de memorias, al empezar mi vida como soldado de las FDC, mi vida después de una vida normal en un mundo normal y con un trabajo y una familia normales. Al cumplir 75 puedes seguir con tu vida normal y morirte normalmente, o puedes incorporarte a filas y hacer algo por la humanidad. Y uno dice ¿y por qué no? ¿Qué puede ser peor que morirte? Y se la juega, y descubre que hay peores formas de morir que de viejo en tu cama. Ya lo creo. Te pueden quemar, te pueden desintegrar, pueden volar tu nave y esparcir tu reventado cuerpo por el espacio, te pueden coser a balazos… hasta pueden comerte. En un apetitoso guiso además. Pero eso lo descubres después, y la alternativa ya no te parece tan interesante. Además, ni siquiera piensas en que lo haces «por la humanidad», porque no es cierto: lo haces por ti y por tus compañeros, porque realmente merece la pena (y puede ser mucha pena) luchar por la gente a la que estás unido. Muy unido. Casi mentalmente unido. Además, en realidad no somos «tan» humanos, estamos rehechos, mejorados, somos nuevamente jóvenes y de cuerpos perfectos. Si unimos eso a nuestra anciana sabiduría y experiencia ¡imagina lo que se puede disfrutar! Pero no, no tienes tiempo de disfrutar nada de eso. Has de aprender a arrastrarte por el barro de cien planetas con tu arma a cuestas, a saltar, a correr, a luchar. Aprendes que apenas necesitas dormir ya, pero que todas esas horas que tiene el día ganadas al sueño no son para tu disfrute, sino para tu entrenamiento primero y el ejercicio de tu oficio de soldado después. Tus conocimientos no sirven de gran cosa en la mili, da igual que fueras ministro o limpiabotas, aquí eres soldado y si quieres ser otra cosa primero has de sobrevivir, te quedan por delante diez años de guerra, de jodida guerra, para poder volver a ser plenamente humano y unirte a otras personas en alguna colonia y comenzar lo que será una tercera y ya definitiva vida para ti. Pero muy pocos lo logran, el enemigo lo impide. Y qué enemigo… los hay de demasiadas clases y planetas y te puedo jurar que los únicos guapos somos nosotros, los demás son todos más feos que picio, el que no tiene garras y antenas tiene cuatro patas o alas de escarabajo. Aunque hay de todo también, como entre los humanos, hay alienígenas muy majos, aunque la mayoría… bueno, estaríamos mejor si no quedara ni uno. Cosa que de vez en cuando logramos hacer: no dejar ni uno. Aunque eso también nos puede pasar a nosotros. A la humanidad, digo. Pero para eso estamos las Fuerza de Defensa Coloniales, para defender vuestros gordos culos, y para ello somos malos, somos unos condenados asesinos de hombres, mujeres y niños de otras razas, pero podéis estar seguros de que si no hiciéramos ese trabajo sucio esas otras razas vendrían aquí, a la Tierra y los otros planetas humanos a hacéroslo a vosotros con los mismos escrúpulos que gastamos en las FDC. En nuestras filas no hay filósofos. Con esa ventaja contamos.
En los hasta ahora cuatro libros de las Fuerzas de Defensa Coloniales: La vieja guardia, Las brigadas fantasma, La colonia perdida y La historia de Zoe, te cuento todo esto y muchas cosas más que necesitas saber para no ser otro humanito perdido que no sabe lo que pasa a su alrededor. Más vale que los leas si sabes lo que te conviene. Además te divertirás, que no es poco en estos ajetreados tiempos. Eso es todo. Rompan filas.