La forma del agua (y otros) de Andrea Camilleri


Yo conozco muy bien al dottori Montalbano, en persona personalmente, digo, soy práticamente su secretario, estoy siempre al pie del cañón aquí­ en la comiserí­a de Vigáta, en la hermosa Sicilia. El dottori es el comisario de la comiserí­a y es el que nos manda a todos. A veces nos manda a la… bueno, no lo digo porque yo soy un endividio bien hablao. Manda sobre el surcomisario Augello, y sobre Fazio y Galluzo y los demás. Yo atiendo el teléfuno y tomo notas y doy los recados al siñor comisario. Hay que ser muy atento para poder enterase bien de lo que dice el personal y anotar bien los nombres.
-Catarella…
-Mande, siñor surcomisario.
-Como sigas hablando de ti se van a creer que tú eres el protagonista y no el comisario.
-Vale, pues siga usté. Si ya sé que soy el último pedo del culo yo en esta comiserí­a ya lo sé…
-Salvo Montalbano es el comisario de Vigáta, una pequeña ciudad costera siciliana, aún con reminiscencias del pueblo pesquero que fue no hace tanto. Algunos, que le conocen poco, piensan que está un poco ido. Catarella, si vas a llorar vete a la centralita, anda. Los que tenemos más trato con él sabemos, definitivamente que en cualquier momento puede sorprendernos con las ideas más peregrinas. Es verdad lo de que tiene un genio de mil demonios, pero eso es fácil de controlar, sólo tienes que escaquearte cuando lo ves fruncir el ceño o colgar el teléfono con un golpe. Sobre todo si ha estado hablando con su novia. Ja, novia, a sus años, que andará por los cincuenta y. Y encima la tiene trabajando en Italia, bien lejos, para poder echar buenos polvos esporádicos sin ninguna de sus contraindicaciones. Bueno, salvo sus eternas regañinas telefónicas.
…(sigue)
El comisario, lo que sí­ que hace bien es comer. Caray cómo se cuida el tí­o. Por algo le puso de nombre Montalbano el autor de todo esto, en homenaje a Vázquez Montalbán y su detective-cocinero Carvalho. Allá donde va sabe el sitio idóneo para jalar, y todo buena cocina siciliana: albóndigas de pulpitos fritos, salmonetes de roca, pasta con tinta de calamar… Yo soy más de macarrones con abundante tomate, pero claro, yo soy milanés. Lo que come ese hombre… uf. Prohibido hablar mientras está moviendo el bigote. Dice que para tener la mente en blanco y asimilar mejor los sabores, pero yo creo que piensa. Sí­, piensa en sus casos y en cómo resolverlos. Algunos de ellos se las traen. Claro, esto es Sicilia, ya saben, aquí­ la gente es poco dada a hablar, y encima si hay crimen siempre cabe la posiblilidad de que sea obra de la mafia, aunque a esos los tenemos bien calados. Pero este Salvo es un hacha. A veces me dice: Mimi, haz tal cosa, ve a tal sitio y haz esto. Y allá que voy y hago, porque sé que no me va a contar nada hasta que acabe lo que sea que pretende, y luego… te llevas cada sorpresa. Estoy bien aquí­, y, encima, puedo ascender, porque este hombre evita los ascensos por todos los medios, el principal de los cuales es llevarse mal con la superioridad y los periodistas. Yo lo evito a él todo lo que puedo y santaspascuas.
Andrea Camilleri, ya era un señor muy viejito cuando logró el primer exitazo con la novela que abre el ciclo de Montalbano: «La forma del agua». Después llegaron «El perro de terracota», «El ladrón de meriendas», «La voz de violí­n», «La excursión a Tindari», «El olor de la noche», «Un giro decisivo», «La nochevieja de Montalbano», «Un mes con Montalbano», y «El miedo de Montalbano», los trés últimos de relatos cortos. Logramos ser los más vendidos en Italia, y traducidos a muchos idiomas.

Oz

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