Algunos dicen que este libro, publicado en 1965, es uno de los grandes hitos de la ciencia ficción (léase futurista). Otros opinan que se trata de un tostón insoportable. Lo cierto es que estamos ante una de las novelas más vendidas de la historia. ¿Este dato presupone algo acerca de su calidad? En absoluto, pero he de decir que a mí me ha gustado. De hecho he disfrutado como un enano, sobre todo en su primera parte.
Esta es la típica obra épica, muy épica, que tanto atrae a los aficionados al género fantástico (y a los grupos heavy metal, ya puestos), enraizado en la cultura new age y trufado de todo lo que esto implica: misticismo, ecología, ciencia ficción… Hasta aquí ninguna especial originalidad, pero resulta que la dimensión heroica de esta novela es brutal, mayúscula, hiperdimensionada. O aceptas los múltiples desarrollos técnico psicológicos del complejo y detallado artefacto espacio temporal diseñado por Herbert… o le mandas a freír espárragos, como es natural.
Pero si te limitas a quitártelo de encima mediante tan grasiento truco culinario, te perderás lo mejor de este largo relato, la tremenda diversión que destila a raudales al leerlo como un simple libro de aventuras. Y no están los tiempos como para desdeñar aventuras y aventuras y más aventuras, personajes y personajillos y personajotes magníficos, imbricaciones y complicaciones y resoluciones sorpresa, ideas estupendísimas, origínalísimas, amores y batallas, buenos y malos, evolución de almas y hechos… Vamos, todo lo que forma la base de una buena novela, de una novela de disfrute y enganche. Por lo menos en toda su primera parte.
En la segunda parte se demora en exceso describiendo religiones, tecnologías y pensamientos profundos. Es el precio que tienen que pagar, al parecer, los escritores de ciencia ficción, que se meten tanto en el mundo que han creado que se trasforman en frikis de sí mismos… y te explican sus ideas por delante, por detrás y por la izquierda. Y te argumentan por la derecha y por el centro. Y te aburren un poquito. Sólo un poquito.
Porque siguen sucediendo cosas, por supuesto, continua la juerga argumental con idéntico entusiasmo, se lo sigue uno pasando bien… pero como un poquitín frenado. Me he enterado de que existen varias continuaciones de esta macronovela. Cómo no, el hombre no paró de imaginar su megamundo hasta que la palmó, no lo podía evitar. Pero no sé por qué me temo que incidirá en teorías varias, intentando redondearlo todo (manía de friki) y dejando menos espacio a los sucesos. O a lo mejor no. Ojalá no.
Un último comentario antes de pasar brevemente a las citas. Uno de los mayores logros argumentales, desde mi punto de vista, es el de que el grupo de presión que se atisba siempre por encima de héroes y emperadores, y de quien no se nos da mucha información, resulta ser una tal Cofradía, que viene a representar el poder económico regido por una especie de humanos mutados. Vaya con los banqueros. Estarán ustedes conmigo en que tiene su intríngulis la cosa, y no creo que mucha gente se haya percatado de ello.
Artículos para gordos.
Los sutiles movimientos de sus protuberancias bajo los pliegues de su oscura ropa revelaban que sus grasas estaban sostenidas parcialmente por suspensores portátiles anclados a sus carnes.
Expresiones elegantes y originales
Las llanuras funerales
Comparaciones para releer lentamente.
Miró su elevada estatura, su piel oscura que le recordaba el verde de los olivos bajo un sol dorado reflejado en un agua azul.
Curiosa visión religiosa
La religión debe seguir siendo un medio que permita a la gente decirse a sí misma: “No soy el tipo de persona que querría ser”.
Tecnología de la época de Super Agente 86.
Cono de silencio: campo distorsionador que limita el poder de difusión de la voz o de cualquier otra vibración mecánica, sofocando las ondas con una contravibracion desfasada en 180 grados.
ver también
Dune – Frank Herbert / David Lynch
Notas entre capítulos de la saga DUNE, de Frank Herbert
No, las continuaciones no son buenas, más bien del género alimenticio, si acaso se salva «Casa Capitular» y para llegar a ella hay que leerse varias otras que no merecen la pena. Y las precuelas escritas por su hijo y otro más, son incluso malillas.
Disiento, disfruté de cada una de las 6 obras de Frank, no así de las precuelas ejecutadas, si, ejecutadas, por su hijo.