Jim Thompson está considerado por algunos eximios escritores como el mejor exponente de la novela negra, incluso por delante de Dashiell Hammett o de Raymond Chandler. Sin embargo el éxito le llegó después de muerto. Mientras vivió publicó sus más de treinta novelas en revistas especializadas, las conocidas como “pulp fiction”. La palabra “pulp” se refiere a la pasta con que se hace el papel y alude a la mala calidad del mismo. Una posible traducción para “pulp fiction” sería la de “novelas baratas”. Otra característica de este tipo de literatura radica en que las historias suelen ser fantásticas y de un gusto inequívocamente popular, por no decir populachero. Algo así como las novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía.
Salvando las distancias, claro, porque escritores de “pulp fiction” han sido H.G. Wells (La máquina del tiempo), Arthur Conan Doyle (Sherlock Holmes), J.R.R. Tolkien (El señor de los anillos) y Edgar Rice Burroughs (Tarzán de los monos), entre otros. Casi nada. Que me den “pulp fiction” de vez en cuando, que quiero gosá.
Los personajes favoritos de este autor suelen oscilar entre los perdedores psicópatas y los psicópatas perdedores, aunque a veces los psicópatas no son perdedores del todo… pero prefiero no dar pistas. La diversión está garantizada.
En “Una mujer endemoniada” hay un tipo que habla en primera persona, explicando al detalle todas sus acciones, incluso las más aberrantes. Según vas entrando en el asunto se te va quedando la boca cada vez más abierta, como diciendo, leches, esto no puede ser. Pues sí que puede ser, porque el prota continúa con su murga, sus locuras y sus justificaciones, prosigue haciendo burradas, tonterías, estupideces y animaladas a lo largo de toda la trama. Trama que, por cierto, cada vez se pone más interesante hasta que llega el final absolutamente delirante y, sin embargo, completamente lógico, y no sólo dentro de la lógica del colgado que habla y actúa, sino dentro de la lógica del mundo mundial.
Si esto no es un pedazo de escritor, que baje alguien y lo diga.
Mona era una buena chica. Cualquiera se daba cuenta de eso, y durante todo el asunto se había portado muy bien haciendo lo que se le dijo, ayudando en el asesinato de su tía para conseguir la pasta.
Bien. Era honrada, desde luego.
Desde luego