Los indios de México / Fernando Benítez

“Los indios de México” es un libro para comprender la realidad que vivimos. Comencé a leerlo cuando no tenía nada qué hacer y como cuando no hay nada que hacer hay que hacer algo, leí.
Leímos aquí, muchos pensando que se trata de antropología, es decir del hombre y de la mujer de este mundo. El prólogo de Carlos Fuentes me persuadió de que la obra de Benítez es tan amplia y de cinco sendos tomos tan grandes que pensando en que nadie podía leer tanto, editorial Conaculta editó e hizo esta colección.
Lo último ya me estaba desalentando porque yo quería tener entre mis manos algo tan grande y creía que me estaban asignando muy poquito. Pero al empezar a hojear y leer pasajes inconexos quise saberlo todo y ver el contenido del principio a fin.
Leí a un escritor comprometido y que no deja de revelar sus criterios de los grupos humanos entrevistados y su suerte, como a una amalgama de destinos que se cumplen ahora.
Ha dicho que los otomí le contaron que “cuando los pueblos se pierden, del cielo caen las piedras, y los hombres apenas tienen tiempo para correr y ponerse a salvo.”
Los otomí, huicholes, tarahumaras, tepehuanes y nahuas y coras, son los grupos étnicos que el novelista y ensayista visitó. Nos mostró su vida y obra en sus propias palabras.
La editora que hizo el libro es oficial, del gobierno, publica libros de los que luego selecciona una cantidad destinándolas al préstamo gratuito, bibliotecas, salas de de lecturas Así que es gran placer circunscribir que se cumple en parte el deseo del país de que la obra de este antropólogo, periodista, enólogo, escritor sea gratis y para todos.
Desde luego es un libro morrocotudo. Para saborearse en el café, al dormir y para despertar.
Allí leí hoy que para los chamanes tepehua los muertos están en tantas partes que sólo se les puede tener en sueños.
Los tepehua están convencidos de que, con sus oraciones, garantizan la lluvia para todo el planeta. Uno de ellos le ha dicho al autor nacido en 1912 oye… “el gobierno debería pagarnos por esto.”
Así se sigue, dando cuenta de lo que los llamados indígenas –ahora pueblos originarios- han hecho por nosotros a lo largo de la historia de su humanidad.
Advierten además que “el tepehuán ha combatido a los soldados y los policías modernos, contra los cuáles deben luchar para rescatar el alma prisionera de los nuevos prisioneros del señor de la muerte.”
Los otomí causaron mi admiración de inmediato. Dice que se dijo de ellos que son holgazanes que no se dedicaron a construir cosas materiales sino que vivieron la vida al día y que son exigentes amantes que no dejan pasar la noche sin al menos nueve coitos, y las mujeres desprecian a los que no tienen capacidad para copular 10 veces.
Si no cumplen los abandonan y la comunidad está de acuerdo.
Claro que resulta un poco difícil distinguir si se habla de un tiempo pasado o del presente. Digamos que dan ganas de entrevistar a los otomí del siglo 21 para averiguar si siguen viviendo de este modo o con el tiempo sus costumbres han cambiado. Ah, y tenemos que leer bien y estar provistos de una capacidad para trascender porque el periodista del siglo 20 escribió y también entremezcla las narraciones de conquistadores, colonizadores y catequizadores hispanos respecto a lo que vieron, supieron y les contaron por ejemplo, los aztecas. Memorias que luego contrasta con otros historiadores contemporáneos como Carlos Montemayor y Miguel León Portilla.
Después de su visita a los huicholes ha escrito “debemos romantizar al mundo”. Piensa que la muerte ha de estar en manos de los dioses y no de los sicarios ni la policía del mundo. Alega que es momento oportuno del exorcismo y que la poesía anuncia ahora, más que la llegada del mañana, la eterna vuelta del mañana.
Para un tiempo creador (…) hemos de volver a lo salvaje, a lo primitivo.
En cuanto a los tarahumaras entrevistados por el autor de Los indios de México, diré que me encantó la visión de la muerte, que es una mancha que supone una suciedad, y algo sucio debe tratarse con respeto. Aislar el entorno del difunto y poner todo en cuarentena porque de alguna manera las pertenencias materiales del ausente se quedan impregnadas de su presencia. Alguien que se voló ese acuerdo ha vivido un tormento y se le reveló en sueños la solución. Pero habrá que leer ese capítulo para averiguar el desenlace de su historia. Espero que les guste tanto o más que a mí.

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Livia Díaz

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