Después de Giovanni Boccaccio y antes de D. H. Lawrence se ubica Guy de Maupassant, en eso de contar historias eróticas con ironía y sutil elegancia. Ahora tenemos a Milán Kundera. Lo digo sólo por mencionar a las cumbres de esta especialidad literaria, que siendo claros en sus expresiones acerca del arte amatorio, no llegan a la pornografía (que tampoco es mala).
Bola de Sebo es una novela corta multipublicada en su lengua original, en castellano y en varios idiomas extranjeros; pasada por la luz pública por primera vez en un volumen colectivo encabezado por Emilio Zola y secundado por otros tres connotados literatos contemporáneos de Maupassant. Las Veladas de Medan es un libro que sirvió de lanzamiento al atlético remero y galante Guy, que, recibida así la alternativa desde entonces, gozó de gran popularidad gracias a la calidad de su prosa -basada en la búsqueda de la palabra precisa-, su envidiable conocimiento del corazón femenino y por sus pinceladas impresionistas sobre las costumbres parisinas de la época.
Se trata de una -diríamos ahora- sexoservidora quien en plena invasión alemana y en el trayecto de un viaje de Rouen a El Havre, comparte el pan y el vino con otras viajeros, burgueses y estirados, y que se sacrifica por ellos y por la patria, poniendo en práctica sus habilidades en el arte amatorio. Al final de la rápida lectura, uno queda convencido de la existencia de la doble moral y la hipocresía de las buenas conciencias, de la falsía de los burgueses elevada a nivel planetario.
Maupassant que nació el 5 de agosto de 1850 en Dieppe, Francia y abandonó este mundo, caminando por la senda de la demencia el 6 de julio de 1893 en su propio país, fue discípulo del mencionado autor de La Taberna e hijo literario de Gustavo Flaubert, amigo íntimo de su madre. Puedo decir sin temor a equivocarme, como el que hace una declaración ante una autoridad judicial, que Maupassant es a la renovación de la literatura contemporánea lo que Johann Strauss (1825-1899) es a la música. Es decir, las obras de ambos artistas, siendo breves alcanzan la categoría de obras maestras, sin lugar a dudas. Tanto el vals como el cuento, pues. constituyen una gran fuente de satisfacción espiritual para el que, mientras lee una pequeña composición literaria -como la que recomendamos-, escucha Vida de Artista, por ejemplo.
Y si a ese cuadro le agregamos tener a la vista la réplica de un lienzo de Renoir, una copa de vino y la compañía de una mujer en négligé, la dicha es completa.
Matías Antonio Ocampo Echalaz