Uno de los novelistas extranjeros que más ha influido al divertido género en la Madre Patria e Hispanoamérica, es Emilio Zola. Conrad, Joyce, Proust, Kafka, Faulkner son otros tantos genios de la novela que han germinado escuelas literarias en nuestros países; pero Zola lo ha hecho con una fuerza, un ímpetu, un arte tan brutal que le permite seguir vigente en el siglo XXI, por ejemplo, sin ir más lejos, entre exitosos guionistas de cine que hoy presentan hechos sin tomar partido, es decir más allá del bien y del mal.
Zola -hijo de un ingeniero italiano- nació en París, el 2 de abril de 1840. Murió en la misma Ciudad Luz el 29 de septiembre de 1902. Debutó como escritor con «Cuentos a Ninón», en 1864. Desde entonces se convirtió en un esforzado «obrero de la pluma», lo que lo llevó a construir una sólida y poderosa obra que consta de más de treinta novelas, además de varios ensayos, artículos y poemas, en los que dejó impresos su fuerte temperamento y su verdad.
Los Rougon-Macquart, Historia Natural y Social de una Familia Bajo el Segundo Imperio, es una colección de veinte novelas en las que el jefe de la escuela naturalista -rama del realismo literario y que se basa en las leyes de la herencia, que influyen en el comportamiento humano- elabora magistrales retratos (Zola fue también un magnífico fotógrafo en los tiempos románticos de la gelatina de plata) tomados al natural de la agricultura, minería, industria y comercio, política y religión en tiempos del tirano Napoleón Tercero. ¿Quién no recuerda títulos como: La Taberna, Naná, La tierra, Germinal y la Bestia Humana, novelas llevadas muchas veces al cine?
El argumento de El Vientre de París, una novela sobre el sistema de abasto en esa capital a mediados del siglo XIX, se replica en el siglo XXI, y así la lucha entre los gordos y los flacos, de los débiles contra los poderosos, se sigue dando en nuestro mundo, ahora globalizado, y en las contiendas entre los que comen de sobra y los que no comen ni una comida al día, entre los que están empleados y los que están parados, viviendo en la desesperación y la desesperanza. Los que tienen dinero para comprar la abundante gama de productos alimenticios que describe Zola en esta novela podrán, estimulados por la talentosa pluma, interrumpir su entretenimiento y salir a comprar toda clase de viandas y manjares, mientras que los pobres seguirán leyendo sus páginas hasta sentirse comprendidos por el autor.
Matías Antonio Ocampo Echalaz