Ernest Hemingway: aprender a luchar contra la adversidad.
Hemos entrado a una era apocalíptica, pero el sol volverá a salir. Podemos hacer bien nuestro trabajo, y sin embargo, al final algo nos sale mal, algo que no hemos previsto, algo que se nos sale de control; entonces hay que comenzar de nuevo. Esta es una de las enseñanzas que deja al ilusionado lector el cuento largo del autor norteamericano -con muchos contenidos hispanos- Ernest Hemingway (1889-1961); Premio Nobel de Literatura en 1954. El relato que hoy recomiendo, es una especie de perfume pequeñito de cristalino envase, de esencia sublime, pues a lo largo de sus poco numerosas páginas -se lee de una sentada- se concentra toda entera la condición humana. Es también un resumen de la vida de Hemingway, hombre de acción y letras; batallador infatigable, presuntuosamente macho que, empero, terminó sus días saliendo por la puerta falsa, pegándose un piadoso escopetazo. Apasionado como era, necesariamente se fundió en el fuego de España, hizo el amor con su arte y se hizo aficionado a las corridas de toros -tema tan debatido a últimas fechas-. Tal vez el propio autor sentía el mismo remordimiento al presenciar la muerte, en las tablas, de los bravos toros, que el Viejo sintió después de un gran esfuerzo al pescar el enorme pez espada de campeonato, que luego perdió con los voraces tiburones. Pero, c’est la vie.
El estilo de Hemingway se impregna en todas sus obras, es sencillo, «al toro», a lo que va; pero intenso.
Además sus diálogos son ágiles y precisos. En fin, en su sencillez radica su grandeza. El viril escritor comenzó a andar la vida como si participara en una aventura desde niño en que acompañaba a su padre -médico como el de Flaubert y Proust- en tareas sanitarias al territorio de los indios de Michigan. Participó en la primera guerra mundial como asistente de sanidad, vivió en Francia, España y Cuba. Su vida, pues, fue muy movida y toda esa experiencia simplemente la vertió en sus libros casi todos obras maestras. Además del relato recomendado, escribió Muerte en la Tarde, Por quién doblan las campanas, Adiós a las armas, Las nieves del Kilimanyaro, entre otras, a las que también habrá que leer. En el libro intitulado El Oficio de Escritor (entrevistas a grandes escritores), de Editorial Era, el impetuoso narrador afirmó: «La cualidad más esencial para un buen escritor es la de poseer un detector de mierda, innato y a prueba de culpas».
Matías Antonio Ocampo Echalaz