Trilogía de Deptford / Robertson Davies

Esta trilogía está formada por los libros El quinto en discordia, La mantícora y El mundo de los prodigios. Desde que leí el primero de ellos, hace ya varios años, quedé fascinado por el escritor William Robertson Davies (1913-1995), una eminencia en su país, Canadá, y muy poco conocido por estos pagos. Dediqué bastantes de mis afanes a buscar los otros volúmenes, pero parecía tarea imposible hasta que por fin los encontré, en una biblioteca pública bastante aireada, y vive Dios que he disfrutado con ellos.

Con decir que Robertson Davies es un escritor superlativo ya está todo dicho. Inteligente, divertido, dominador de todos los tercios, original, sorprendente. Plantarse delante de sus páginas significa gozada segura. Lástima que escribiera tan poco. Podría rebozarme detallando sus asombrosas cualidades como escritor magnífico, pero prefiero que hable él mismo. Vayamos pues con las citas.

De LA MANTÍCORA

La psicóloga coprotagonista cita a Ibsen:
Vivir es batallar con los trasgos
en las criptas del corazón y el cerebro
Escribir es en cambio sentarse
y juzgarse a uno mismo

Ricos y pobres
Dios, he visto con claridad meridiana la flagrante grosería de los ricos cuando se autoafirman de ese modo, la he visto incluso en sus manifestaciones más asqueantes, pero puedo jurar por lo más sagrado que el orgullo, el amor propio desmedido de los pobres convencidos de tener pleno merecimiento es punto por punto igual de repugnante.

Masturbación chapucera
Nunca di en pensar que la masturbación fuese a acabar conmigo, ni tampoco ninguna estupidez por el estilo, aunque hice todo lo posible por controlarlo, porque… en fin, porque me parecía algo muy chapucero. Supongo que nunca le eché demasiada imaginación.

Uniformes escolares
Aquellos uniformes en que insistían los colegios como el Obispo Cairncross en aquel entonces eran extraordinariamente reveladores. Si una chica tenía unos buenos pechos, se le notaban perfectamente con aquellas blusas. Y había chicas que tenían una verdadera repisa debajo del mentón. Y las faldas azules eran absurdamente cortas. Dejaban ver unas piernas larguísimas, desde el tobillo hasta medio muslo. Presuntamente tenía que ser un uniforme modesto, que les diera el aspecto de niñas pequeñas, pero una chica guapa, vestida de ese modo, es como un milagro demoledor.

Acerca de la poesía
…había empezado a leer poesía porque el profesor Schwarz me dijo que era una gran alternativa a la química. Si un profesor de química tenía en tan alta consideración la poesía, tenía que ser algo mucho mejor que las pedestres poesías que estudiábamos en clase de literatura del colegio. Acababa yo de empezar a ver que la poesía trata de la vida, y no de la vida normal y corriente, sino de la esencia, del milagro que subyace a la vida misma.

Tras practicar aquello… más a gusto que…
Cualquiera que nos viese habría entendido con toda claridad que no era yo quien dirigía la orquesta. Muy rápidamente concluyó, y me quedé tendido junto a Myrrha, más a gusto que un arbusto.

De EL MUNDO DE LOS PRODIGIOS

Pus laudable
… ha sido una caída estupenda. Pus laudable, diría yo. Veo que vas aprendiendo. No pongas esa cara, es una expresión médica. Ahora ya no se usa, me parece. Pero mi abuelo fue un médico bastante distinguido y la empleaba a menudo. En aquellos tiempos, cuando alguien tenía una herida, no sanaba tan rápido como ahora. Se la vendaban y la sondaban durante unos días para ver qué tal iba evolucionando. Si sanaba bien, del fondo afloraba a la superficie un montón de porquería, que era la prueba de que la sanación iba por buen camino. La llamaban pus laudable.

Consejos para ligar
…nada de tocamientos en el pecho, sino una aplicación psicológicamente precisa de una caricia determinada. Se trataba de colocar la mano con firmeza, pero sin hacer fuerza, en la cintura, por el lado derecho, lo cual era fácil de lograr manteniendo la mano en el bolsillo durante unos momentos antes del acercamiento definitivo. Ese gesto, dijo, producía por lo visto una calidez especial, irresistible, sobre el hígado femenino.

La educación
No es que esté en contra de la educación; para la mayoría de las personas es sumamente necesaria, pero quien vaya a ser un genio hará mejor si evita la educación por completo o si se esfuerza por desprenderse de la educación que haya podido recibir. La educación es para gente vulgar, pues fortalece la vulgaridad. Les hace útiles, cómo no, de una manera normal y corriente.

Hablando de la vida, en general
Todo tiene un aspecto asombroso, sobrecogedor, pasmoso, si uno lo mira con una mentalidad que no esté emborronada y empañada por toda esa mugre mal entendida y peor digerida de las escuelas, los periódicos o cualquier otro batiburrillo de conceptos heredados de cualquier manera. Procuro no juzgar a nadie, aunque cuando me encuentro con un enemigo y lo tengo al alcance de la mano, no estoy libre de soltarle un buen sopapo.

Alberto Arzua

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