Hago saber que este volumen, que contiene dos aventuras de Plinio, jefe de la policía municipal de Tomelloso, ha obrado en mi poder largos meses antes de que me decidiera a leerlo. ¿Por qué? Supongo que porque me recordaba a los años duros del franquismo.
En 1972 la única televisión existente en España produjo una serie de ocho capítulos basados en las aventuras de Plinio, personaje creado por el escritor Francisco García Pavón. Quizá debería volver a verlos, ya que la impresión que conserva mi memoria es lamentable. Supongo que en ello tuvo que ver la aversión juvenil a la autoridad, el rechazo a todo lo que oliera a oficial… y quizá también un poco el que su actor principal no resultara demasiado… atractivo (por decir algo). En fin, dejemos a aquella vetusta serie durmiendo el sueño de los justos.
García Pavón, estimable escritor de relatos, quiso con este personaje españolizar la novela negra. En aquellos tiempos era una tarea muy estimable. Y la verdad es que lo consiguió. Su manera de escribir tan clásica, casi cervantina, y su entorno, personajes e historias son inequívocamente nativas (de Castilla). La mezcla, aventurada para su época, le salió bastante bien. Se leen grata y cómplicemente, se paladea la idiosincrasia de los lugares, el cazurrismo, la parsimonia, se disfruta con el constante fumeteo y bebeteo de todo quisqui… Efectivamente, eran otros tiempos, para bien y para mal.
En las pocas citas que siguen se observará su fraseo rítmico, jugoso y disfrutable. Empecemos con una clarísima declaración de intenciones del prólogo:
Yo siempre tuve la vaga idea de escribir novelas policíacas muy españolas y con el mayor talento literario que Dios se permitiera prestarme. Novelas con la suficiente suspensión para el lector superficial que solo quiere excitar sus nervios y la necesaria altura para que al lector sensible no se le cayeran de las manos.
Sigamos con un detalle de clase:
Las gentes que querían tomar el primer tren, venían calle arriba, cargadas de maletas, hablando con la voz fría y sin matices de los recién levantados.
Y acabemos con un toque prolongado y eficaz:
Plinio, que amaba el vino tomado en la bodega, en la misma “halda de la madre”, como él decía, echó un trinque prolongado y eficaz.
En mi opinión este Plinio es un muy digno precursor de los actuales “héroes a pie de pista” españoles de la novela policiaca. Merece la pena leerse como un clásico.
Yo no estoy muy de acuerdo con que sea un predecesor de los héroes españoles de novela policiaca, porque no los hay a su altura. El único escritor que se desenvuelve como García Pavón en las aguas de la novela costumbrista con la soltura de los que dominan la expresión escrita es Lorenzo Silva (Vázquez Montalbán le daba más a la reflexión política que a la social). Así que, lamentablemente, es predecesor de la pareja de picoletos y poco más. Pero la riqueza de lenguaje de las novelas de Plinio escasea mucho, y no se encuentra ni en novelas de detectives ni en demasiadas otras.