El viernes acabé de leer “La excursión a Tindari”, de Andrea Camilleri.
No cometeré la imprudencia de presentaros a Montalbano (el detective de Camilleri) ni al propio Camilleri. Casi todos los conoceréis. Y los que no los conozcáis ya estáis empezando a leer algo suyo.
Si me parece apropiado dar mi visión particular. Es la séptima entrega de la serie (y creo que va ya por la 16ª) y en ella se repite el personaje: siciliano, soltero con pareja en la lejanía (“a tiro de avión”), sin ningún compromiso familiar, amante de la buena cocina casera y tradicional, de izquierdas, crítico, irónico, cariñoso a veces,… Se le echan en falta el gusto musical y el wisky. Y también, posiblemente, la evolución tanto personal como familiar.
Es pura novela negra porque el entorno social está ahí y es una novela “ligera”, fácil de leer, sin complicaciones intelectuales.
Habitualmente localista (Vigata, en Sicilia, es el centro de todos sus casos), Camilleri mezcla en “La excursión…” el mundo de internet, con lo que puede extenderse en el espacio a cualquier lugar de la geografía.
Como siempre, ahí están la mafia y sus negocios más oscuros, la amistad o la cercanía más afectuosa con sus subordinados (entrañable Cataré), sus “aliados” en los medios o entre los desafectos al sistema, la actualidad nada atemporal, su admiración por la vida tranquila, el mar o el campo.
“La excursión a Tidari” es una buena novela para las tardes lluviosas que se avecinan, al calorcito de una estufa (los potentados de una chimenea), en pijama y con ganas de pasar unas horas agradables. No os defraudará.
Os copio un par de trocitos, porque algunos no la leeréis. Estoy seguro: Varias veces repite lo que debe ser un dicho siciliano: “la noche perdida y una hembra” y la explica así: es la frase proverbial de un marido que, tras haberse pasado toda la noche atendiendo a su esposa parturienta, habría visto nacer una niña en lugar del ansiado varón”“Si antaño el camino de la droga era bastante ancho, en la actualidad se había convertido en una autopista de seis carriles. Por consiguiente, se necesitaban fuerzas jóvenes, decididas y con las manos adecuadas para utilizar tanto el Kalashnikov como el ordenador.”
Me permitiré una tercera cita, mucho más amplia. Me ha parecido tan impresionante que no me resisto a trascribirla:
“Pero lo que él había leído le había bastado y sobrado. Desde la boca del estómago, un fuerte acceso de náuseas le atenazó la garganta. Corrió al cuarto de baño sin apenas poder contenerse, se arrodilló delante de la taza del escusado y empezó a vomitar. Vomitó el whisky que acababa de beberse, vomitó la comida de aquel día, la del anterior y la del otro, y le pareció […] que estaba vomitando interminablemente todo el tiempo de su vida y que iba retrocediendo progresivamente hasta llegar a las papillas que le daban en su infancia, y, cuando se hubo deshecho también de la leche de su madre, siguió vomitando amargo veneno, hiel y puro odio reconcentrado.”
Ver también:
El Comisario Montalbano (la serie de TV) / Andrea Camilleri
Las Alas de La Esfinge / Andrea Camilleri
El olor de la noche / Andrea Camilleri
Vosotros no sabéis / Andrea Camilleri
La pensión Eva / Andrea Camilleri
La forma del agua (y otros) de Andrea Camilleri
Andrés López