Tengo un amigo absurdo (no porque él lo sea, sino por las circunstancias de nuestra amistad) que está empeñado en rellenar mis océanos literarios, cosa que le agradezco infinitamente. Para eso están los amigos. Últimamente me envía vía email novelas de ciencia ficción, campo en el que mi desconocimiento alcanza dimensiones planetarias.
Esta que ahora comento, La vieja guardia, me llegó acompañada de la escueta aclaración: “una de vaqueros”. Vaya, me dije, qué bien, así pasarán cosas comprensibles. Se supone que las de vaqueros son novelas sencillas, aptas para espíritus simples como el mío, que gustan de la vida sana y del chocolate espeso, y que cuando se las tienen que ver con androides ecológicos de filosofías cuánticas y religiones científicas sudan mogollón.
Yo no sé si llamaría a esta novela una de vaqueros, o más bien una alegre, redonda, fácil de leer, estupendamente cohesionada, plagada de muy buen humor, con personajes humanos (hasta los androides), dudas morales, amores después de la muerte, sexo salvaje, muertes innumerables, buen rollito, sorpresillas…. y sobre todo el más que atractivo argumento central: con 75 años te dan un cuerpo más que joven, conservando tu mente adulta.
¿A alguien se le ocurre algo más maravilloso? También les dan parecidos superbodys a las viejillas de al lado, por cierto. Y son estériles. Y puede que todos mueran dentro de poco. Y están encerrados en un pequeño espacio. Buf, solo con esta idea la cosa ya supera a conocidos paraísos orientales, quedando a poca distancia de las fantasías animadas de ayer y hoy que desfilan bajo los párpados de tantos machos recién encamados, noche tras noche de ilusión barata.
Muy gozoso, sí señor, sin baches ni fisuras, de principio a fin. Leer con cuidado los críticos del buenismo, del militarismo y del gobierno único.