La escritora galesa Sarah Waters asombró al mundo con sus novelones de estilo clásico y tema lésbico. El lustre de la perla, Falsa identidad y Ronda nocturna son obras de una calidad indudable, muy disfrutables y con un sutil toque modernista que las hace irresistibles.
Con estos antecedentes me las prometí muy felices cuando me prestaron el libro que nos ocupa, El ocupante, a pesar de su título y explícita portada, que no hacen presagiar nada especialmente original. Por cierto que el título en inglés, The little stranger, tampoco mejora las cosas.
Así que me dispuse a leerla con toda la ilusión del mundo. Resulta que hay un médico rural y una vieja mansión con sus cuatro ocupantes (madre, hija, hijo y criada). Resulta que en la casa pasan cosas raras, truculentas y misteriosas. A todo esto yo ya iba por la mitad y estaba planteándome abandonarla porque las historias de fantasmas me repelen. Pero seguí leyendo y siguieron pasando cosas raras, truculentas y misteriosas (muy pocas, por cierto). Y así hasta el final, que no aclara nada, faltaría más, con lo moderno que quedan los finales abiertos. 530 páginas.
Resumiendo, esta novela es un bodrio, un aburrimiento, un coñazo de principio a fin. Estoy muy disgustado por haber perdido el tiempo leyendo este engendro innane. Y no tengo nada más que decir.