Uno de los personajes del último libro de Michel Houellebecq comenta en un momento determinado que, en su opinión, el mejor escritor de novela negra francés es Thierry Jonquet, de quien yo desconocía hasta la existencia. Por afán de comprobación y con razonables y fredvarguianas dudas en el cuerpo, me abalancé hacia lo primero que encontré: Tarántula.
Se trata de una breve novela donde el horror se descubre a dos niveles: horror simple rascando con la uña en los personajes y horror compuesto rascando un poquito más. La mezcla es, como ustedes comprenderán, horrible del todo. Así se entiende que el tal Almodóvar se disponga a hacer una película con esta novela. Así se entiende que el tal Houellebecq esté fascinado con Jonquet. Es decir, que lo que aquí se narra es horrendo, horripilante, pero todo pasa muy suavemente, como si nada, tras los inocentes párpados de la linda burguesía parisina.
El libro se sostiene sobre todo en la fascinación que produce la trama y en el sucesivo descubrimiento de sus hórridas capas. En este sentido Tarántula es una novela magnífica, no solamente no defrauda sino que deja patidifuso.
La escritura es muy sencilla, se limita a describir lo que sucede sin ninguna pretensión artistoide. Leyéndolo te encuentras como en un juego de sombras donde los personajes se van poniendo y quitando velos ante tu estupefacta mirada. Y en la traca final hay que tener mucho cuidado con las moscas volanderas, no vaya a metérsete alguna en la boca inevitablemente abierta de par en par.
Pasen y disfruten de un argumento almodovariano llevado al éxtasis. Y consuélense pensando que el mundo tan sólo es así de retorcido en la mente de ciertos escritores terroríficamente imaginativos. ¿O no?