Este libro empieza así:
Las cinco de la mañana. Como todos los días, suena el despertador: unos martillazos sobre el pedazo de riel colgado junto al barracón del Estado Mayor. Los irregulares golpes cruzan a duras penas los cristales y los dedos de escarcha que los cubren, y pronto cesa el ruido. Hace frío. El guardián no tiene ganas de tocar mucho rato.
Acaba así:
Ha pasado un día, un día que nada ha venido a oscurecer, un día casi feliz.
De estos días, cuando termine su condena, habrán pasado tres mil seiscientos cincuenta y tres. Los tres de más, a causa de los años bisiestos…
Y por el medio se nos cuenta un día normal de una persona muy normal en un campo especial de un país muy especial, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
La persona en cuestión es un albañil condenado a diez años de prisión por el delito de haberse dejado capturar por los alemanes. Imagínese usted que lo envían a la guerra, que logra sobrevivir al horror, que los nazis lo meten en un campo de concentración, que logra sobrevivir al horror, y que al volver a casa tu gobierno te recibe con los brazos abiertos y te mete diez años en un penal de trabajos forzados, donde la temperatura media es de 30 grados bajo cero. Magnifique.
El país en cuestión es la URSS allá por los años cincuenta, en pleno estalinismo, cuando la vida individual valía menos que un pelo del bigote de Stalin. Te condenaban a diez años por delitos tales como haber recibido una carta del extranjero. Y menos mal, porque pronto la condena mínima pasó a ser de veinticinco años. En fin, que sobrevivir era toda una odisea.
En esta novela el autor aprovecha su experiencia de varios años en el Gulag (sistema de prisiones soviético) para narrarnos los pequeños sucedidos del día a día en uno de aquellos campos especiales.
Este libro supuso todo un acontecimiento en su país puesto que su publicación en 1962 marcó el inicio del distanciamiento oficial del estalinismo. De todos modos provocó tal controversia que se volvió a prohibir a los dos años, condenándose a su autor al ostracismo (pequeño castigo puesto que ya estaba condenado a destierro perpetuo).
En 1970 le dieron el Premio Nobel, pero no fue a recogerlo temiendo que no le dejaran volver a su país, donde se dedicó a escribir su magna obra, El archipiélago Gulag, basado en las experiencias de más de 200 supervivientes de los campos de trabajo soviéticos.
Leer “Un día en la vida de Ivan Denisovitch” merece la pena como testimonio histórico y como muestra de buena literatura, puesto que se exploran los confines del alma humana. Consta de 168 páginas y es de muy ágil lectura. Fácil no significa agradable.
Alberto Arzua
Un muy buen resumen de un libro extraordinario.
«cuando la vida individual valía menos que un pelo del bigote de Stalin.» – e incluso menos. ¡Y nosotros nos quejamos de cámeras de seguridad en las tiendas!!