Supón, estimada joven, que un día te enrollas con un chico que te gusta mucho, descubriendo poco después que el muy julai lo ha ido contando por ahí. Seguro que montas en cólera y piensas en cómo cantarle las cuarenta.
Pues bien, Lope de Vega lo expresa así (chico: Zaide. chica: Zaida):
<<Mira, Zaide, que te aviso
que no pases por mi calle
ni hables con mis mujeres,
ni con mis cautivos trates,
ni preguntes en qué entiendo
ni quién viene a visitarme,
qué fiestas me dan contento
o qué colores me aplacen;
basta que son por tu causa
las que en el rostro me salen,
corrida de haber mirado
moro que tan poco sabe.
Confieso que eres valiente,
que hiendes, rajas y partes
y que has muerto más cristianos
que tienes gotas de sangre;
que eres gallardo jinete,
que cantas, danzas y tañes,
gentil hombre, bien criado
cuanto puede imaginarse;
blanco, rubio por extremo,
señalado por linaje,
el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires.
Y pierdo mucho en perderte
y gano mucho en amarte,
y que si nacieras mudo,
fuera posible adorarte;
y por este inconviniente
determino de dejarte,
que eres pródigo de lengua
y amargan tus libertades,
y habrá menester ponerte
quien quisiere sustentarte
un alcázar en el pecho
y en los labios un alcaide.
Mucho pueden con las damas
los galanes de tus partes
porque los quieren briosos,
que rompan y que desgarren;
mas tras esto, Zaide amigo,
si algún convite te hacen
al plato de sus favores,
quieren que comas y calles.
Costoso fue el que te hice;
venturoso fueras, Zaide,
si conservarme supieras
como supiste obligarme.
Apenas fuiste salido
de los jardines de Tarfe
cuando hiciste de la tuya
y de mi desdicha alarde.
A un morito mal nacido
me dicen que le enseñaste
la trenza de los cabellos
que te puse en el turbante.
No quiero que me la vuelvas
ni quiero que me la guardes,
mas quiero que entiendas, moro,
que en mi desgracia la traes.
También me certificaron
cómo le desafiaste
por las verdades que dijo,
que nunca fueran verdades.
De mala gana me río;
¡qué donoso disparate!
No guardas tú tu secreto
¿y quieres que otri le guarde?
No quiero admitir disculpa;
otra vez vuelvo a avisarte
que ésta será la postrera
que me hables y te hable.>>
dijo la discreta Zaida
a un altivo bencerraje
y al despedirle repite:
<<Quien tal hace, que tal pague.>>