Me resulta casi obligatorio comentar este libro porque en más de una ocasión he manifestado mi fanática admiración por Philip Roth. Quizá fanática no sea la expresión más adecuada puesto que de su extensa producción (ha publicado casi 30 novelas) me han desilusionado bastante sus últimas obras, precisamente las que más fama le han conseguido en España. En este país las noticias culturales suelen volar despacio.
Supongo que es normal que a una cierta edad (se acerca a los 80) el ímpetu creativo vaya moderándose. Es lo que ha sucedido con Milan Kundera, lo que sucedió en menor medida con John Updike o Vargas Llosa, y lo que de momento no llega a suceder con J.M. Coetzee, cuatro de los más grandes novelistas de nuestro tiempo.
Con Philip Roth el caso es más sangrante puesto que la mayor parte de su extraordinaria obra destila una potentísima intensidad iconoclasta que asombra y deleita por igual, mientras que lo que está haciendo estos últimos años es dejarse llevar. Cuando un genio se deja llevar lo normal es que no produzca genialidades, sino buen producto de la huerta.
Y esto es lo que es este libro, un buen producto. Se queda en eso. Si no tienes referencias del autor, puede que lo saborees, incluso muchísimo, pero a mí se me queda corto. Lo comento un poquito: la primera parte no decepciona. Un actor mayor piensa que ha perdido el talento y se recluye en un sanatorio. Allí conoce a una mujer que le habla de cierto caso de pedofilia. La historia se desarrolla con naturalidad, va ganando en tensión y acaba dejándote con una sorprendente duda que te atenaza la garganta. Tragas saliva y piensas: bueno, muy bueno. A ver cómo sigue, a ver cómo sale de ésta
La segunda parte narra la relación sentimental del actor maduro con la hija de unos amigos suyos. Aquí aprovecha para meter alguna escena sexual muy explícita, marca de la casa, y para reflexionar acerca de las relaciones entre personas de diferentes edades de un modo exhaustivo, inteligente y empático, también marca de la casa. Pero no sorprende en ningún momento, no nos enseña nada que no sepamos, no saltan chispas por ningún lado… y el argumento de la primera parte queda semiolvidado en el limbo de los justos.
Resumiendo, que mejor si hubiera publicado tan sólo la primera parte como un excelente cuento. Pero esta es mi opinión, que tengo demasiadas líneas de prejuicios metidas en el coco. Si ustedes están más sanos, que no lo dudo, disfruten con la novelita.
Alberto Arzua