Este es un libro que debería leer todo aquél que tenga –o haya tenido- un padre. El autor expresa en estos retazos autobiográficos, tan apasionantes como la mejor novela, el profundo amor que siente por su padre.
En la casa vivían diez mujeres, un niño y un señor (…). El niño, yo, amaba al señor, su padre, sobre todas las cosas. Lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi papá.
Así empieza.
– Su papá se va a ir para el Infierno.
– ¿Por qué? –le pregunté yo.
– Porque no va a misa
– ¿Y yo?
– Usted va a irse para el Cielo, porque reza todas las noches conmigo.
Así continúa.
– No voy a volver a rezar.
– ¿Ah, no? – me retó ella.
– No. Yo ya no quiero ir para el Cielo. A mí no me gusta el Cielo sin mi papá. Prefiero irme para el Infierno con él.
Y todo esto en el primer capítulo, de tres páginas, titulado “Un niño de la mano de su padre”. En el resto del libro va explicando las razones de este amor tan incombustible, a la vez que revive su entorno familiar y las vivencias político-sociales de su infancia y adolescencia en Medellín (Colombia). El padre era un médico racionalista, esforzado luchador en favor de los derechos humanos, fundador de organizaciones humanitarias y profesor de universidad que, para explicar las enfermedades más comunes, hacía que sus alumnos pasearan por las zonas pobres de la ciudad. Pensaba que era un error centrarse en curar los síntomas cuando los orígenes de las dolencias eran tan flagrantes como la carencia de agua, de alcantarillado, o las enormes desigualdades sociales. A este padre amantísimo, educador heterodoxo, luchador pacifista y demócrata incombustible -no se casaba con nadie- lo asesinó la derecha, como a tantos otros en ese desgraciado país.
El autor, además de hacernos llorar con detalles sensibles (nunca se lo agradeceré bastante) nos ilustra acerca del sinsentido de la violencia –y vileza- política colombiana. Una joyita amorosa magníficamente escrita y muy, muy sincera. Comenta Manuel Rivas en la contraportada “Por momentos me he preguntado cómo ha tenido la valentía de escribirlo”.
Agradezco a Mario Vargas Llosa el haberme hecho conocer a este escritor por medio de su artículo La amistad y los libros.
Alberto Arzua