Tengo una especie de prevención hacia los libritos pequeños y bien encuadernados. Más que prevención debería llamarlo prejuicio pues las pocas veces que he catado tales manjarcillos (bien sea por préstamo obligado o bienintencionado regalo) no he salido disgustado, ni mucho menos.
José Emilio Pacheco (1939) es uno de los más afamados escritores mexicanos (poeta, ensayista, traductor, novelista y cuentista). En esta novela breve, muy breve, tan breve que se lee en un trayecto de metro, nos cuenta con su habitual estilo nítido y sin alharacas, los recuerdos de infancia de un chaval de la capital.
Utiliza al niño antiguo a través del adulto actual para describirnos las miserias del México de los años 40, no muy alejadas de las coetáneas desdichas españolas. Nos describe la cultura popular, la problemática social, la doble moral… Nada que no sepamos, pero narrado con una calidez que se nos hace cercana. Queda un poco extraño que un niño adopte puntos de vista de un progresista de hoy en día, pero en eso reside parte de la gracia de la novela
Todo lo que sucede se siente recubierto, cual cariñoso abrigo, de amor y de amistad. El narrador es un niño sano en todos los aspectos. El odio y la falsedad se adivinan un poco más lejanos. Con esto quiero decir que el regusto amargo de la época, muy bien dibujado, se compensa generosamente mediante grandes dosis de entusiasmo juvenil.
Libro ideal para ser comentado en una tertulia de damas literarias.
Como este hombre es universalmente conocido como poeta eximio, acabemos con un poema eximio del tal hombre:
Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
y tres o cuatro ríos.