Papeles inesperados / Julio Cortázar

Julio Cortázar es un escritor que descubres cuando tienes 15 años… o cuando tienes 20… o 30, o 40, o a cualquier otra edad, pero lo que es indudable es que se trata de un escritor que descubres, del mismo modo que descubrirías un tesoro, una novia perfecta o un trébol de cuatro hojas. Y si no lo descubres nunca, te has quedado sin tesoro.

Porque este autor es como un pozo sin fondo. El libro que comento y recomiendo se publicó 20 años después de su muerte y está compuesto, como quien dice, de un fondo de armario, es decir, de cositas que sobraban por ahí y que nunca se habían publicado. Da igual. La calidad es la misma (por cierto que el adjetivo que más se utiliza al mencionar a Cortázar es el de perfecto). Idéntica maravilla en cada una de sus obras.

Maestro de cuentos. Argentino (culto). Humorista. Sorprendente. Inteligente. Esto de inteligente viene a cuento de que le he visto en algunas entrevistas y es una de esas poquísimas personas que son capaces de hablar del tema más complejo con una sencillez y una claridad asombrosas.

Hablo en presente porque la esencia de este escritor está presente y lo seguirá estando mientras existan sus obras. En esta su nueva presencia 20 años después de muerto podemos disfrutar de la multiplicidad de sus intereses. Veamos algunos de ellos.

Se pone serio educando a futuros maestros:

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior y estudio de sí mismo (…) Ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lectura y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo (…) La cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia, cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo en lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca.

Nos cuenta también cómo un limpiabotas de Delhi le sorprendió al limpiarle sus zapatos de gamuza (yo vencido de antemano por esa ansiosa extorsión y por el masoquismo del prever el empaste, las chorraduras, las inútiles maniobras posteriores para reparar los efectos del betún en la preciosa gamuza vienesa de mis zapatos) con una perfección inaudita. Como él mismo comenta, un altísimo exponente del mundo desarrollado en el subdesarrollo de un mediodía indio.

Nos informa, maravillado, de cómo, un atardecer en Deyà, consiguió ver el mítico rayo verde de Julio Verne. Era una chispa intensamente verde, era un rayo verde aunque no fuera un rayo, era el rayo verde, era Julio Verne murmurándome al oído: “¿Lo viste al fin, gran tonto?”.

Nos habla de política sudamericana y cubana; por supuesto bajo su muy particular perspectiva comunista y liberal. Es decir, haciendo los equilibrios típicos de aquellos progres años setenta. No se lo tengamos en cuenta, ha pasado mucho tiempo.

Escribe acerca cualquier tema, al más puro estilo Cortázar. Nada es demasiado pequeño para atraer su interés. Como en aquella ocasión en una gran plaza de Mexico, noche profunda, cuando observó sorprendido cómo había unos funcionarios fregando animosamente el tejado de la catedral. ¿Por qué? Al día siguiente recibían visita de la reina de Inglaterra. Y todos contentísimos. Y Cortázar más, claro, que esos detalles le alegran (definen) la vida.

También hay poesía. De la formalmente poética:

(…)
Porque el ayer es nunca
Y el mañana mañana

Y de la típicamente prosaica:

Se puede partir de cualquier cosa, una caja de fósforos, un golpe de viento en el tejado, el estudio número 3 de Scriabin, un grito allá abajo en la calle, esa foto del Newsweek, el cuento del gato con botas,

el riesgo está en eso, en que se puede partir de cualquier cosa pero después hay que llegar, no se sabe bien a qué pero llegar. (…)

Acabemos este imposible recorrido infinito por uno cualquiera de los libros de Cortázar (recomiendo también cualquier otro, todos igual de im-perfectos: Historias de cronopios y de famas; El perseguidor y otros cuentos; Rayuela; Último round…) mediante una vulgar carta:

Rufino Bustos
Escribano público

De mi distinguida consideración:

Tengo a honor comunicarle que habiéndose vencido el plazo para el pago del alquiler del departamento ocupado por usted, y no obstante los siete avisos sucesivos que han quedado sin respuesta de su parte, cúmpleme la obligación de intimar el abono del susodicho alquiler más la multa del 5% fijada por la ley, siendo el último plazo el día jueves 16 de marzo de 1977. En caso de no comparecencia o comunicación epistolar, seráme preciso apelar al procedimiento de desalojo judicial, con las costas a su cargo.

Quedo de usted muy atentamente

Rufino Bustos

P.D. Anoche me creció otro dedo en cada pie.

Alberto Arzua

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