En mi opinión Raymond Carver (1939-1988) es uno de los más grandes escritores del siglo XX. Un genio, un mago, un maestro, un artista de orden superior. Escribió cuatro libros de cuentos y algunos más de poesía. Tan sólo he leído sus cuentos, y sólo me faltaba este volumen, Catedral. Por supuesto, no me ha decepcionado. Todos los cuentos son magníficos, todos los párrafos son excelentes, todas las frases son bellísimas.
Suelen adscribirle al movimiento llamado “realismo sucio”, y también al “minimalismo”. Para entendernos, las cosas que suceden en sus cuentos son suciamente reales, los pensamientos, vulgares, los personajes, anodinos, los sucesos, sin importancia, los pensamientos, vacíos. Como la vida misma. Tan como la vida misma que le añadieron el calificativo de “sucio”, a saber por qué. Lo de minimalista viene de su obsesión por no adornarse innecesariamente. Si puedes usar un adjetivo, no utilices dos. Mejor todavía, no utilices ninguno. Observa lo que sobra. Y quítalo. Así todo queda mejor explicado. Claro, es más fácil decirlo que hacerlo.
Queda así advertido el lector que persiga florilegios verbales o argumentos retorcidos. Este no es su hombre. Sin embargo quien apetezca conocer algunos aspectos del alma de la sociedad actual, quien busque verse crudamente reflejado, quien no haga ascos a la tristeza o al vacío, quien disfrute de la sublime belleza de lo sencillo, encontrará en cada cuento de Carver una fuente inagotable y sorprendente de íntimo placer literario. No lo sé explicar mejor.
En vez de desgranar algunas citas he preferido esta vez colocar directamente los inicios de todos los cuentos. Allá van.
PLUMAS. Ese amigo mío del trabajo, Bud, nos había invitado a cenar a Fran y a mí. Yo no conocía a su mujer y él no conocía a Fran. Así que estábamos a la par…
LA CASA DE CHEF. Aquel verano Wes le alquiló una casa amueblada al norte de Eureka a un alcohólico recuperado llamado Chef. Luego me llamó para pedirme que olvidara lo que estuviese haciendo y que me fuese a vivir con él. Me dijo que no bebía. Yo ya sabía qué era eso de no beber. Pero él no aceptaba negativas…
CONSERVACIÓN. El marido de Sandy se había instalado en el sofá desde hacía tres meses, cuando le despidieron…
EL COMPARTIMIENTO. Myers recorría Francia en vagón de primera clase para visitar a su hijo, que estudiaba en la universidad de Estrasburgo. Hacía ocho años que no le veía… La última vez que vio a su hijo, el chico se abalanzó sobre él durante una violenta disputa. La mujer de Myers estaba junto al aparador, rompiendo platos de porcelana, uno tras otro, contra el suelo del comedor. Luego se había dedicado a las tazas…
PARECE UNA TONTERÍA. El sábado por la tarde fue a la pastelería del centro comercial. Después de mirar las fotografías de pasteles pegadas en las páginas de una especie de álbum, escogió uno de chocolate, el preferido de su hijo…
VITAMINAS. Yo tenía empleo y Patti no. Trabajaba unas horas de noche en el hospital. No hacía nada. Trabajaba un poco, firmaba la tarjeta por ocho horas y me iba a beber con las enfermeras…
CUIDADO. Tras mucho discutir –lo que su mujer, Inez, llamaba considerar la situación- Lloyd se marchó de casa y se fue a vivir solo…
DESDE DONDE LLAMO. J.P. y yo estamos en el porche del establecimiento de desintoxicación de Frank Martin. Como todos nosotros en la casa de Frank Martin, J.P. es ante todo y sobre todo un borracho. Pero también es deshollinador. Ha venido por primera vez y está asustado…
EL TREN. La mujer se llamaba Miss Dent, y aquella tarde había encañonado a un hombre con una pistola. Le había obligado a arrodillarse en el polvo suplicando que le perdonara la vida…
FIEBRE. Carlyle estaba en apuros. Así había estado todo el verano, desde que le dejó su mujer a principios de junio…
LA BRIDA. Una camioneta vieja con matrícula de Minnesota se detiene en un espacio vacío frente a la ventana. Hay un hombre y una mujer en el asiento delantero, dos chicos en el trasero. Esa gente parece agotada…
CATEDRAL. Un ciego, antiguo amigo de mi mujer, iba a venir a pasar la noche en casa…
¿Qué sencillo, verdad? ¿Qué fácil, no? ¿Qué borrachuzo, a que sí? Pues no señor, que el señor Raymond Carver, alcohólico, permaneció sobrio los últimos diez años de su vida. No me extraña que no llegara a los cincuenta.
me siento identificada en la mirada sensible de raymond carver ante temas o dramaticas reales y en la forma que nos cuentan sus personajes que asimilan cada sensacion que les sucede.