Este es un libro que HAY que leer. Por razones estéticas, por razones culturales y por razones lúdicas. Si te conformas con ver la película, como me había sucedido a mí, te pierdes, en buena lógica, la primera de las razones, la puramente literaria (aunque, por supuesto, cuenta con su propia estética cinematográfica, también muy sobresaliente). Lo comento para que se sepa que la película es muy buena, increíblemente fiel al texto y, como suele decirse, de visión obligada para todos los amantes del buen cine.
Las razones estéticas se fundan en la belleza de las palabras, de las frases, de las situaciones, de los planteamientos, de las resoluciones, de los personajes, del argumento… En este sentido podemos afirmar que esta novela es muy de su época pero a la vez muy actual. Ningún lector medianamente novel debería tener miedo de adentrarse en esta literatura pura, puesto que no le va a costar mayor esfuerzo que la comprensión de ciertas palabras. Y ese esfuerzo, el mismo que he tenido que hacer yo, se solventa con un diccionario a mano. Por ejemplo, ¿qué significa rutar, gallinaza, tabuco, tajuelo, pitorras, milana, cancho, tollo…? No tengo ni idea, pero aseguro que aunque no lo sepas, la lectura no pierde su sentido ni su interés. Siempre puedes gozar de la simple belleza del sonido de estos vocablos, imaginarte su significado aproximado o, como he dicho antes, leer con un diccionario cercano, que es lo más recomendable.
Las razones culturales son las que principalmente me han inducido a recomendar esta mi última lectura. El motivo principal es que se nos describe un mundo que muchos de nosotros ignorábamos incluso que existiera, un mundo muy cercano y, a la vez, muy lejano, un mundo de amos y esclavos, de increíble miseria moral, de crueldad y de indiferencia. Un mundo que con seguridad han conocido algunas de esas personas mayores a las que vemos pasear por el parque. Un mundo que los jóvenes (a quienes se les hace incluso difícil imaginar la época de Franco) no pueden ni imaginar. Un mundo que sigue existiendo en cientos de rincones del mundo. Un mundo que es nuestra obligación conocer si tenemos la intención de cambiar, a mejor y en la medida de lo posible, esta herencia que nos han dejado nuestros antepasados, el mundo actual. Y me parece que esta voluntad de mejora es una característica eterna de la verdadera juventud. La verdadera cultura es verdadera revolución.
Las razones lúdicas son de cajón: porque se lo pasa uno muy bien leyendo esta novela. Muchas veces en mis recomendaciones mezclo los argumentos literarios con los placenteros y es porque en mi fuero interno aparecen así mezclados, pero reconozco que también se puede disfrutar de libros no muy correctamente escritos, sobre todo cuando uno no es un lector compulsivo y demasiado exigente. Este texto, repito, es de una gran calidad literaria pero también es muy divertido. Vamos, que te lo pasas chupi (quizá sufriendo con los personajes, u odiándolos, pero chupi) mientras lo lees. Estoy seguro de que vais a disfrutar de cada página… Y del final.
(un saludo a Tomás, el factotum de esta web, que me ha inspirado esta lectura mediante un comentario en un email casual)
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