Este es un libro pequeñito pero muy valioso. Lo escribió Junichiro Tanizaki (1896-1965), uno de los pilares de la novela japonesa contemporánea, en el año 1933. No se trata de una novela sino de un pequeño ensayo a través del cual se nos ilumina tenuemente acerca de los diferentes gustos estéticos de Oriente y Occidente.
Tanizaki nos informa de que los orientales aborrecen de la excesiva claridad puesto que la luz mata los exquisitos colores, detalles y formas a los que tanto valor otorgan. Así, comienza explicando cómo se podría acondicionar una vivienda para no sufrir las horribles formas de los avances modernos: lámparas, estufas, baldosas, ventiladores… incluso retretes.
<<Siempre apartados del edificio principal, están emplazados al abrigo de un bosquecillo de donde nos llega un olor a verdor y a musgo; después de haber atravesado para llegar una galería encubierta, agachado en la penumbra, bañado por la suave luz de los shoji y absorto en tus ensoñaciones, al contemplar el espectáculo del jardín que se despliega desde la ventana, experimentas una emoción imposible de describir>>.
Continúa elucubrando acerca de cómo sería la pluma estilográfica de haberla inventado un japonés.
<<Es evidente que no habría dotado a su punta de una plumilla metálica sino de un pincel. Y que lo que habría intentado que bajara del depósito hasta las cerdas del pincel no sería tinta azul sino algún tipo de líquido parecido a la tinta china>>.
Prosigue con la calidad del papel.
<<Los rayos luminosos parecen rebotar en la superficie del papel occidental, mientras que la del hosho o del papel de China, similar a la aterciopelada superficie de la primera nieve, los absorbe blandamente>>.
Los utensilios de plata.
<<Nosotros también utilizamos hervidores, copas, frascos de plata, pero no se nos ocurre pulirlos como hacen ellos. Al contrario, nos gusta ver cómo se va oscureciendo su superficie y cómo, con el tiempo, se ennegrecen del todo. No hay casa donde no se haya regañado a alguna sirvienta despistada por haber bruñido los utensilios de plata, recubiertos de una valiosa pátina>>.
Y muchas cosas más: el cristal de roca, el vidrio, las paredes, la vajilla, la laca, los edificios, los interiores de las viviendas…
<<Mientras que el brillo de la plata y de los demás metales se apaga muy deprisa, el oro en cambio ilumina indefinidamente la penumbra interior sin perder nada de su brillo>>.
Resumiendo.
<<Algunos dirán que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. No obstante nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes. Hay una vieja canción que dice:
Ramajes
Reunidlos y anudadlos
Una choza
Desatadlos
La llanura de nuevo
Nuestro pensamiento, en definitiva, procede análogamente: creo que lo bello no es una sustancia en sí sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias>>.
En fin, se trata de un hermoso canto a la belleza de la penumbra.
<< ¿Ha visto usted alguna vez, lector, el color de las tinieblas a la luz de una llama? Están hechas de una materia diferente a la de las tinieblas de la noche en un camino y, si me atrevo a hacer una comparación, parecen estar formadas de corpúsculos como de una ceniza tenue, cuyas parcelas resplandecieran con todos los colores del arco iris. Me pareció que iban a meterse en mis ojos y, a pesar mío, parpadeé>>.
Pues ya lo ven, una especie de prosa poética con un tema tan atractivo como original. De hecho este libro está de moda entre el pijerío más exquisito. No digo más.
Editorial: Siruela
Precio: 10,90 euros
Págs: 95 (muy pequeñitas)
ISBN: 9788478442584
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