Si les digo que soy una joven princesa eslovaca, no imaginarán quien soy, y si les digo que vivo en un enorme y suntuoso castillo a los pies de los Cárpatos, tampoco me conocerán. Sin embargo, mi fama me precede, cientos de hombres y mujeres han oído hablar de mí, aquí, en esta inhóspita tierra mía.
Las mujeres me aborrecen y los hombres temen mi seductora belleza, saben que sentirse atraídos por mí les llevará irremisiblemente hacia su muerte. Y a mí me divierte desplegar mis encantos para ellos, hechizarlos, amarlos y destruirlos.
Ya no me queda familia, ni amigos, salvo las dos hermanas de linaje con las que comparto el castillo de mi señor, pero tampoco necesito amistades que me quieran porque yo carezco de sentimientos.
El hecho de ser una desconocida para ustedes tiene una razón sencilla, no tengo un nombre por el que puedan recordarme. Soy una esclava y como tal, una pertenencia de mi señor, sin valor propio. Pero no deben compadecerse de mí por ello, pues mi esclavitud es placentera, o lo sería si yo pudiera sentir placer. Cuidar del amo me mantiene activa y joven, hermosa y fuerte, mi cometido no es doméstico, como el del resto de las mujeres, no, es sexual y lujurioso, y no tengo más obligación que servir a mi dueño.
En realidad hay algo que sí puedo sentir, hambre, pero eso no es un sentimiento, ¿verdad? Sólo es una necesidad física. A menudo me veo obligada, junto con mis hermanas, a recorrer largas distancias en busca de comida para mi señor y para mí misma, es necesario alimentar nuestro cuerpo sediento de sangre y ofrecer también su parte a nuestro amo, el conde Drácula.
Así hemos vivido durante siglos, y así habría seguido de no haberse encaprichado mi señor de esa necia mortal, esa señorita inglesa, Mina Harker, cuya mente ha enlazado a la suya y cuyo cuerpo desea desesperado. ¿Y agradece ella ese honor? No, muy al contrario se resiste a venir aquí, protegida por su novio, ese enclenque Jonathan que no llega a mi amo a la suela de la bota, y por un pequeño grupo de estúpidos amigos ingleses. Esa señorita pudorosa se rebela y lucha por no pertenecer al señor, al que yo pertenezco con orgullo, y ahora que ha conseguido arrastrarla hasta Transilvania, resulta que yo debo resguardarla.
No sé que va a suceder, esos hombres están cerca, tengo orden de proteger el castillo y a esa mujer, esa Mina Harker que despreciaría si pudiera sentir desprecio. Empiezo a sentir hambre, y el miedo de sus amigos huele tan apetitoso…
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Yo creo que el vampirismo representa esa clase de insaciable sed que sentimos en diferentes maneras pero que va contra nuestra propia ética o nuestra moral. La eterna lucha interna que nos atormenta y no podemos ganar porque una parte de nosotros mismos tiene que perder en la batalla. Y a nadie le gusta perder.
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