Notas al pie de página, de Camilo José Cela Trulock

Cela, ese escritor con tan mala fama entre quienes no le han leí­do, se descolgaba a veces poniendo llamadas a pie de página muy chuscas en sus ya de por sí­ divertidos escritos. He recogido sólo cuatro de las muchas, muchí­simas, que tiene. Estas son de «Nuevas escenas matritenses»

1. A esto de la escritura lo más probable es que le falten recursos. Para representar las palabras del Epipodio habrí­a que recurrir a la solfa y al papel pautado; lo malo es que los escritores, que no suelen saber ni escribir, ignoran las aljamí­as de la música, los nerviosos ringorrangos de los tonos, los compases y las befabemí­es. Debemos ser clementes, sin embargo, con los escritores; la verdad es que hacen lo que pueden y, a veces, hasta trabajan con cierto esmero y aplicación. Si son zafios y cabezotas, no es culpa suya. ¡Qué más quisieran ellos que no ser zafios y cabezotas, sino, al revés, distinguidos y áticos! A la literatura tiene que dedicarse alguien y es disculpable que los escritores se recluten entre quienes no sirven para otra cosa. La sociedad moderna es muy compleja, según se lee en los periódicos, y en estos momentos cruciales alguien tendrá que dedicarse a la literatura, vamos, ¡digo yo! Hace años, cuando los enanos eran más abundantes y aún se podí­an encontrar bufones en buen estado y a precios razonables, los escritores tení­an hasta tiempo para aprender solfeo y armoní­a.

2. N. del E. Aunque el autor de este libro se lo calle, quizá por ignorancia, podemos aclarar a nuestros lectores que la Carlotita es sobrina del Chato Gangrejito, resignado bardaje natural de Jerez de la Frontera y, según las circunstancias, imitador de estrellas, cantaor de flamenco o banderillero. En Valladolid, antes de la guerra, habí­a un cura muy culto que a los bardajes les llamaba nefandarios, que es casi nombre de mí­lite caldeo. Este Chato Cangrejito -cuya verdadera gracia era Heliodoro López Pejerrey- dio una vez un escándalo, en Tánger, del que muy bien pudiera ser que se guardase recuerdo por los siglos de los siglos. El caso fue que el insensato, que actuaba en el ballet Aromas de Andalucí­a bajo el nombre de Carmela Ramí­rez, Carmelina, despertó una gran pasión en el doliente ánimo de Sidi Mohamed Al-Hayari-Ben-Zaquir, moro ilustre que habí­a sido siempre muy desgraciado en amores (quizá porque le olí­a el aliento a carroña o a sebo putrefacto, según la estación). El musulmán, que ignoraba que la Carmelina habí­a servido al rey en el regimiento de infanterí­a número 42 o de Ceriñola, la cortejó enviándole flores y poesí­as (qasidas, zéjeles, jarchas y otras composiciones) y llegó a pedirla en matrimonio. Lo peor fue que el Heliodoro aceptó la propuesta de su galán porque, según le declaró después al cónsul de España -que tuvo que tomar cartas en el asunto para que no lo aspasen vivo-, se creyó que el moro era de la afición y que iba con buenas intenciones. Cuando el Mohamed se enteró (al tacto) de que la Carmelina no tení­a de hurí­ más que el nombre y la apariencia externa, armó una bronca de pronóstico, dijo que él no se conformaba con nombres ni apariencias externas y quiso decapitarla (o decapitarlo) con un alfjanje. La oportuna intervención del cónsul permitió que el Heliodoro López Pejerrey pudiera librar el pellejo y huir de l entonces ciudad internacional disfrazado de hermano de la Doctrina Cristiana y a bordo de un yate abanderado en Panamá quehací­a la ruta del chesterfield, de Tánger a Mallorca.
La Carlotita, esto es, la niña de la golondrina, es hija de la Maruja López Pejerrey -hermana del Chato Cangrejito- y de su legí­timo esposo, el Isidro Salaberga Salaberga, vidiero fontanero. Los papás de la Carlotita son muy decentes y, aunque se arrean candela de vez en cuando, viven con arreglo a norma. La Carlotita tiene un hermano tartamudo que da mucha risa; se llama Liborio y tampoco sale en la fotografí­a.

3. El Cuescolobo, que era fuerte como un buey y más rabioso que un gallo de pelea, habí­a estado estudiando para cura en Albacete. Lo echaron del seminario por puerco y por irreespetuoso. Don Judas, el jefe de estudios, lo pilló una vez en los urinarios haciéndole un soneto a su sobrina la Reyes (que habí­a sido cupletista) y, claro es, le pareción mal, empezó a buscarle las vueltas y acabó poniéndolo en la calle. El Cuescolobo, entonces, se hizo escritor tremendista para darle rabia a don Judas y otros sacerdotes. He aquí­ una cuartilla original de Ostiano Tenebrón, alias Cuescolobo. Pertenece a un cuento que se titula Decoración para un auto de fe y dice así­:
«Un público de señoras de la jutna, con calvas tiñosillas en el entrecano monte de Venus, culibajas, miopes, bigotudas, deformes, estreñidas, murmuradoras, piadosas, alimentadas a garbanzos, horras, pedorras, machorras y, para variar, vestidas con un hábito de color vino de Valdepeñas.
«Un acre aroma a ombligo jamás mojado se reparte de balde como als camisetas a los niños canijos de la Gran Cruzada Pro Redención del Obrerito Cristiano y Español.
«Una conferenciante pechugona, llena de ricitos, viuda de un ingeniero de ICAI y que tiene un sobrino en las misiones va a disertar sobre el original tema La función de la mujer en la sociedad moderna.
«Mi tí­a Obdulia tose cuando se pée.
«Mi tí­a Amparito arrastra los pies cuando se pée.
«Mi tí­a Sonsoles corre la silla cuando se pée.
«Mi tí­ Adoración se pée por las buenas, sin disimular. Mi tí­a Adoración hace ya muchos años que se ha puesto el mundo por montera.
«El coadjutor es un murciano de pronóstico, con cara de banderilelro, que se afeita los sábados. El coadjutor se llama don Poli y se compra las sotanas en el Rastro. El coadjutor regüelda chorizo de su pueblo y sopla un vaho picante que llega hasta la tercera fila. El coadjutor presenta, en las orejas, una rebaba de sabañones, recuerdo del seminario de Albacete. El coadjutor tiene un hermano pequeño sargento. Otro está en las Baleares. Y el más pequeño de todos, preso en Alcalá de Henares.
Como el lector podrá observar, al Ostiano hicieron bien en echarlo del seminario. Como decí­a don Judas parafraseando al glorioso Menénedez y Pelayo, a los jóvenes hay que cortarles las alas del volteranismo y otras derivaciones.

4. La justicia española es ahora más considerada y magnánima con quienes producen la muerte del prójimo por inyección de viento. Reproducimos de un periódico asturiano las siguientes lí­neas, en las que, el lector podrá ver cuán verdad es lo que aquí­ decimos: «Tribunales. Por homicidio. Comparecieron ante la Sala Primera, José Manuel y Juan Ramón A.G., obreros de la Hullera Española, en Turón, los cuales, el dí­a 8 de octubre de 1959, al ver que su compañero Julio Rey Álvarez estaba haciendo una necesidad, lo agarraron y trasladaron hasta la manga de aire comprimido. Lo sujetaron y le insuflaron aire por el ano, produciéndole tan graves lesiones que determinaron su muerte poco después. El fiscal solicitó para los procesados tres años de prisión menor. El defensor, señor Botas, alega que sus patrocinados no son responsables del hecho y solicita la libre absolución.

Oz

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2 respuestas a Notas al pie de página, de Camilo José Cela Trulock

  1. momodenit dijo:

    Por qué no nos hablas un poco de «Cachito»á

  2. elbotones dijo:

    ¿Por qué no nos hablas tú? Venga, aní­mate, te pones voz de camionero y cuentas cómo vas intentando salvar a la chica de los rufianes, y cómo empieza a molarte el asuntillo con ella. Hale.

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