Los años de peregrinación del chico sin color / Harumi Murakami

Con una prosa atractiva, frecuentes referencias a la música y al color, una estructura bella, reivindicando el valor del sueño, en el que la realidad es a menudo más real aún, si cabe, fatalista (todo está escrito), defensor del sinsentido de la vida, aunque al final parece que se abre a la esperanza, o, al menos, nos deja que nosotros nos abramos a ella. La esperanza siempre unida al amor. Cínica a veces, existencialista en casi en todos los momentos. Así es esta nueva novela de Murakami. Nunca dejamos de ser quienes fuimos y por eso la nostalgia de aquella primera cuadrilla de adolescentes en la que comulgábamos incluso en el silencio, o, mejor, en los silencios, porque no sabíamos cómo explicarnos, pero sabíamos que el otro nos entendía porque pasaba por lo mismo. Aunque, luego en determinados momentos, el silencio causara un dolor innecesario. En una nota bibliográfica al final de la novela se dice: “La ficción de Murakami es humorística y surreal, y al mismo tiempo refleja la soledad y el ansia de amor en un modo que conmueve a los lectores […] Dibuja un mundo de oscilaciones permanentes, entre lo real y lo onírico, entre el gozo y la obscuridad” Os dejo unas cuantas citas de la novela, porque yo no podría decirlo mejor: “Entonces tuvo la sensación de que aquella época que él suponía que se había quedado atrás se expandía a su alrededor, envolviéndolo. Aquel tiempo pretérito empezaba a mezclarse silenciosamente con el presente” “Tras la ausencia de Haida, Tsukuru comprendió lo mucho que su amigo significaba para él. Se dio cuenta de cuánto color había traído a su vida cotidiana. Recordó […]. Y fue descubriendo el vacío que Haida había dejado en muchos aspectos de su vida.” “Dentro de sí había algo que decepcionaba a los demás. “Tsukuro Tazaki, el chico sin color”, se dijo en voz alta. “Supongo que, simplemente, no tengo nada que ofrecer a nadie. Bien pensado, ni siquiera tengo nada que ofrecerme a mí mismo”” “También es posible que, a pesar de todo el tiempo que pasábamos juntos y de todo lo que nos contábamos, en realidad desconociéramos lo esencial de los demás”. “Francamente, el negocio crece a buen ritmo. Ya sé que la economía mundial atraviesa un mal momento y que el panorama es desalentador, pero los que tenían dinero siguen teniéndolo. Es curioso, ¿no te parece?” “De pronto, todas las cosas tenían un punto de irrealidad”. “Lo que ya de por sí estaba vacío se había vaciado aún más. ¿A quién podía quejarse? Todos se acercaban a él, comprobaban lo vacío que estaba e inmediatamente después se marchaban” “Pero ciertos sueños quizás sean más verídicos que la propia realidad” “Verás que, aunque creamos que tomamos decisiones equivocadas, o que adoptamos una actitud errónea, seguramente todo habría acabado como acabó. Habríamos llegado al mismo punto en que estamos”. “Esta vez quizás sí respire por última vez. Tsukuru Tazaki, el que no tiene color, palidecerá por completo y se retirará en silencio de este mundo. Posiblemente todo se convierta en nada y sólo quede un terrón de tierra duro y helado.” “Y le ofreceré todo lo que está a mi alcance, sea lo que sea. Para que no nos perdamos en lo más profundo del bosque y los enanos malvados no nos atrapen. “No todo desparece con el paso del tiempo”. Esas eran las palabras que tenía que haber pronunciado […]” Andrés López

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Niños de tiza / David Torres

“Niños de tiza”, de David Torres, es, a pesar de todo, una buena novela.
“A pesar de todo” quiere decir que yo me he encontrado con dos grandes piedras en el camino de su lectura.
De una parte, el protagonista es tan “extremo” en su personalidad, sus rasgos están tan estilizados, que me resulta difícil identificarme en casi nada con él. Excepto en un par de momentos puntuales, nunca me ha metido en su piel. Lo mismo ocurre con su “entorno vital”: su barrio, mayormente, y sus amigos. Se ven demasiados tópicos. Y no han sido los tópicos en los que viví mi infancia.
Aunque resulta que es impresionante la comunión que logra establecer entre el medio y el personaje. Las relaciones entre ellos (¿quién ha hecho a quién?) están muy bien descritas y fundamentadas. Aparecen una y otra vez, en la realidad cotidiana del barrio y en las alucinaciones del protagonista y nunca pierden fuerza. Hay momentos que literariamente me han parecido muy bonitos, quiero decir, muy bien expresados.
Por otra parte, hay novelas a las que un narrador en primera persona (es decir, que sea el protagonista el que va contando la historia) no le vienen bien. Y ésta, pienso, es una de ellas. No le viene bien porque, inevitablemente, hay un final que nunca será posible (la muerte del protagonista) y, en este caso, ése era el desenlace más lógico y pedido, no sólo por el devenir de la historia, sino también por el pesimismo vital que rezuma la novela.
“A pesar de todo”, creo, es una buena novela. Hay mucha verdad sociológica en su reconstrucción de un barrio periférico de los años 60; hay mucho “encanto” en las líneas que trazan las peripecias de sus compañeros de clase, de otros niños del barrio, de su padre, del cura, de su tía, …; pinta muy bien lo que ha cambiado y lo que no en cerca de 40 años; mantiene un cierto suspense; y podéis encontrar de todo: peleas, sangre, muertes, amor, desamor, celos, nostalgia, sexo, amistad,…
Esto dice “Lecturalia”:
“Niños de tiza recupera para la literatura un escenario cercano pero apenas utilizado: el de quienes crecieron en los años finales de la dictadura en los barrios periféricos, entre traficantes de heroína, curas rojos, madres abnegadas y bandas callejeras. Bajo el ropaje de una novela negra y la guía de Roberto Esteban (el inolvidable protagonista de El gran silencio), David Torres pinta por primera vez la Transición en pantalones cortos, un evocador retrato de la nostalgia, el amor y el paraíso perdido de la infancia.”

Andrés López

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La amada inmóvil / Amado Nervo

¿Quién fue la Amada Inmóvil? En vida, tan singular amada, respondió al nombre de Ana (Ana Cecilia Luisa Dailliez) y fue el gran amor, la musa «llena de gracia como el Avemaría» del sentido poeta mexicano Amado Nervo y a quien el bardo nayarita dedicó su inmortal elegía.
¿Qué tuvo que ocurrir para que un personaje provinciano como Amado Nervo, poeta modernista, afanoso de la perfección en la forma, pero de apasionada entraña, conociera al amor de su vida tan lejos del terruño? Pues tuvo, por principio de cuentas, que hacer carrera en el servicio exterior mexicano, en tiempos en que don Porfirio era presidente de México, y prestar sus servicios como segundo secretario de la representación mexicana en Madrid; luego viajar a la Ciudad Luz, donde la noche -el poeta lo tendrá siempre muy presente- del 31 de agosto de 1901 sus miradas se encontraron con la complicidad del amor a primera vista; empero, tuvieron que decirse adiós a las doce y cuarto del 7 de enero de 1912 día en que la musa exhaló el último aliento, precisamente en los brazos de su angustiado Amado después de cursar una fiebre tifoidea, incurable por aquellos tiempos, durante veintiún días de dolor y sufrimiento para ambos entrañables seres. Fue tanta la insistencia de Amado quien nació en Tepic, Nayarit el 27 de agosto de 1870, que joven aún tomó el tren para la ciudad de la Serenidad (como llamaba él al lugar donde van a descansar todos los muertos) siete años después, lo que seguramente le permitió reunirse en la eternidad con la dulce Ana. Entonces el gran escritor pudo confirmar la frase «vida estamos en paz».
La Amada Inmóvil es un poemario que combina la distinguida prosa de Nervo con sus versos perfectos, pero cálidos y muy íntimos, escritos cual confidencias de amor. En fin, Ana y Amado vivieron en unión libre, lo que hasta cierto punto hería la susceptibilidad del diplomático. Sin embargo ese amor libre le permitió escribir los siguientes versos (III Gratia Plena), listos para ser declamados por el lector:

Todo en ella encantaba. Todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…
El ingenio de Francia de su boca fluía.
¡Era llena de gracia como el Avemaría!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía!;
¡Pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría!


(Escucha el poema)

«Oculta ciencia dice a mi conciencia que en otra existencia te recobraría», es la esperanza siempre viva del poeta, pero nos pide, a sus lectores de todos los tiempos, en la introducción de su obra, fechada en Madrid en febrero de 1912: «Ora por ella y que Dios te bendiga también». Por eso, yo hoy elevo mi plegaria en favor del alma de Ana de Nervo, la amada inmóvil.
Matías Antonio Ocampo Echalaz

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Herejes / Leonardo Padura

¡Pasen y lean, señoras y señores! Quizás éste debería ser el único comentario de un servidor. Pero,…
No sé si “Herejes” es lo mejor que he leído de Padura. “La neblina del ayer” era tan buena… Y “Máscaras” y “Adiós, Hemingway”, y…
“Herejes, cuando menos, es la más impresionante. Impresionan sus 500 páginas de belleza, de rico lenguaje, de composición, de paisajes, de “historia comparada”; impresiona su estructuración, y, sobre todo, quizás, el trabajo inmenso de investigación histórica, al servicio siempre de su novela.
Por momentos, parece ésta una historia salida de la necesidad de redactar de forma diferente, novelada, la tesina de una carrera universitaria de cinco años de duración: “la herejía como camino histórico de la libertad”.
Y, dicho esto, sólo me quedan dos apuntes.
Con la novela, regalaban una obrita (por lo cortita que es, aunque su valor no creo que admita diminutivos) de Leonardo Padura titulada “La libertad como herejía”. Pues, si la encontráis, no dejéis de leerla.
De ella saco estas afirmaciones de L. Padura:
“[…] Las páginas se irían acumulando en busca de una constatación dolorosa: la dosis de herejía que, en distintas sociedades, momentos históricos y vidas individuales, podían revestir la pretensión de poner en práctica un libre ejercicio del albedrío individual, o sea, el natural deseo de ejercitar la libertad.
La idea de los riesgos y consecuencias a que puede llevarnos la pretensión de ejercer nuestra libertad individual era una obsesión que me perseguía desde hacía varios años, creo que como a cualquier persona que haya vivido la mayor parte de la existencia en un país de sistema socialista donde se habla mucho de la “masa” o del “pueblo” y muy poco del individuo”

La obrita casi termina con estas palabras:
“Partiendo de las realidades históricas y vividas en las que hurgué hasta el fondo del abismo humano, traté de construir unos personajes literarios, reales o ficticios, a través de cuyas aspiraciones, vivencias, historias y frustraciones, por medio de la dramatización de sus actos y decisiones heréticos, pudieran hacerse patentes y cercanas mi ambición literaria y mi idea filosófica o humanista en torno a la necesidad y, más aún, el derecho, de la libre elección del hombre en la sociedad”
Y, como muchas otras más veces, pero esta vez con toda mi admiración “literaria” por L.P., os trascribo algunos textos breves (sólo unos pocos) de la novela para que, quienes no tengáis la suerte de leerla, paséis, al menos un poco de envidia:
“Definitivamente (él, Conde) debía empezar a considerar un cambio de actividad laboral. Pero, ¿cómo coño podía ganarse la vida de una forma más o menos decente un inútil como él, negado por lo demás a buscar un trabajo en el cual tuviera que invertir ocho horas de cada día para a fin de mes ganar los cuatrocientos o quinientos pesos insuficientes para sostenerse? El panorama individual de Conde resultaba tan sombrío como el colectivo del país y cada vez se sentía más preocupado”.
“Muy pronto los rabinos comenzaron a dedicar horas de sus plegarias del sábado, el día en que cada judío debía festejar la Libertad como bien y derecho de la criatura creada a imagen y semejanza del Señor, para advertir a la grey sobre los modos en que los fieles debían entender y practicar aquella libertad. Dispuestos a controlar los actos de libertinaje propiciadores de la herejía, incluso las acciones o simples pensamientos que iban más allá de la libertad concedida por la Ley y administrada por sus vigilantes, los rabinos y líderes de la comunidad […] alentaban el miedo, seguían procesos y aplicaban condenas […] Como siempre había sido y sería en la historia humana, alguien decidía qué era la libertad y cuánto de ella les correspondía a los individuos a los que ese poder reprimía o cuidaba. Incluso en tierras de libertad.”
“Conde conocía un método inmejorable para esperar el paso de la tormenta veraniega: se llenaba la barriga con lo primero que encontraba, se dejaba caer en la cama, abría una asmática novela de un poeta cubano siempre a mano para aquellas coyunturas, leía una página sin entender un carajo y, al recibir aquella patada en el cerebro, arrebujado en el ruido de la lluvia, se dormía como un niño acabado de mamar.”
Y nada más. En cuanto podáis, poneos a leer.

Andrés López

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Manón Lescaut / Abate Prévost

Andando los caminos de la disipación y el placer, Antoine-Francois Prévost, más conocido mundialmente como El Abate Prévost, nacido el 1 de abril de 1697 en Artois, Francia; habrá conocido a la hermosa y fatal Manón Lescaut, eso pienso. ¿O será que su encantador personaje femenino lo formateó de varias damas proclives al amor fácil y muy generosas con los hombres, a quienes suelen convertir en sus esclavos al fuego lento de su pasión. En realidad los propios caballeros son los culpables de aquello que critican en la mujer, como con todo acierto pensaba la dulce Sor Juana Inés de la Cruz. Además la divina Manón es víctima de su propia belleza. Ella no tiene la culpa de que los varones la acosen y se peleen por ella hasta la misma muerte y la sigan al fin del mundo, allí donde terminan los caminos.
El Abate Prévost llevó una vida llena de aventuras, podría decirse que la mitad de su existencia la pasó en los monasterios y la otra mitad en el desenfreno de un hombre libre, a quien gustan las mujeres y agrada meterse en líos por ellas. Inclusive, de amplio criterio, como para preferirlas compartidas como dice la canción. Así pues, juglar, benedictino, hombre pasional, novelista, historiador, filósofo y traductor, con todas sus virtudes, sus defectos y sus vicios, el Abate Prévost fue capaz de crear una mujer increíble: Manón Lescaut.
El Abate Prévost cerró sus ojos para siempre un día antes de la Nochebuena de 1763, en Chantilly, Francia.
¿Qué pasaría por su mente si el Cielo diera permiso a este hombre de convento y burdel, el Abate Prévost, de volver a este mundo. Encontraría que Manón Lescaut es inmortal, que su obra cumbre ha sido puesta en escena numerosas veces en muchos teatros del planeta, que ha sido la base de argumentos para óperas como las de Jules Émile Massenet y Gaicomo Puccini, que ha inspirado ballets como el de Jacques Fromental. En fin, no daría crédito -al estar sentado en una sala de cine- ver con vida al tormento del chevalier Des Grieux- simplemente se asombraría.
Y en eso de los sueños imposibles, yo daría media vida por besar la punta del pie de Manón.
Matías Antonio Ocampo Echalaz

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Pan, educación, libertad / Petros Markaris

“Pan, educación, libertad” no es ni la mejor novela de la trilogía sobre la crisis griega, ni, por supuesto, lo mejor que he leído de Petros Márkaris. Quizás porque no hay una correspondencia clara entre el momento socio-económico-político en el que se desenvuelve y los hechos que servirían para denunciar ese contexto.
Estamos ya en el 2014, Grecia ha salido del euro y ha vuelto al dracma, la crisis se ha agudizado, llevando consigo cada día mayores dificultades incluso para comer,… Pero ahí se acaba toda referencia a un futuro inmediato, la “utopía negativa” (como sigamos por aquí, vamos a acabar ahí) que hubiera servido en la ficción para leer el momento actual, se esfuma y toda la narración podría haber sucedido dos años antes. Me parece a mí que, si una novela negra apuesta por un tiempo futuro es para iluminar el presente, pero desde aquel punto del tiempo. La posible correspondencia queda, en la novela, muy forzada, y se nota.
Y todo lo demás que dijera serían de nuevo elogios. Márkaris es un autor que, mientras no me demuestre lo contrario, estará en el ranking de mis lecturas preferidas. Cada vez que escriba. Si alguien desea aficionarse a la novela negra, aquí tiene un buen comienzo: Kostas Jaritos, el policía, no le defraudará.
No voy a decir ni a contar nada más de “Pan, educación, libertad”. En la Red podéis inflaros a leer cosas sobre ella, o sobre su autor. Como siempre, si vais a hacerlo, os recomendaré www.negraycriminal.com. Sólo una cosa: de nuevo el mismo sentimiento: los asesinados habían merecido que alguien los quitase de en medio, que alguien los ejecutase. Y ese alguien de ningún modo iba a ser la justicia legal. De nuevo, el asesino nos resulta más simpático que los asesinados.
Ésta es una novela que tengo en papel. Ya sé que es mucho más incómoda de leer, pero, como a Márkaris no lo voy a piratear (ni a Leonardo Padura, mi próxima lectura) (cosas de la nostalgia), os comunico que si alguno tiene dificultades (económicas) para hacerse con ella, sé que ya anda por internet.

Cuando apenas me quedaban las últimas 40 páginas por leer y yo ya había empezado a escribir esto que ahora leéis, la prensa publicaba una noticia que, de alguna manera, “trasformaba” la actualidad de mi lectura y que os resumo desde la web de 20minutos.es:

“El Defensor del Pueblo de Grecia implica a policías y Guardia Costera en ataques racistas.

La Oficina del Defensor del Pueblo de Grecia publicó hoy un informe sobre el aumento de la violencia racista durante el pasado año en el que implica a policías, Guardia Costera y militantes del partido neonazi Amanecer Dorado en agresiones de carácter xenófobo. Estos casos son solo la punta del iceberg. Durante el periodo cubierto por el informe —de enero de 2012 a abril de 2013— se registraron cuatro muertos y 400 heridos en estos ataques racistas.
En varias ocasiones, destaca el informe, había agentes de Policía presentes en el momento de las agresiones y no intervinieron, o lo hicieron para arrestar a las víctimas. El lunes, por orden del Ministerio de Orden Público, se inició una «amplia investigación» para esclarecer los presuntos lazos entre militantes de Amanecer Dorado y agentes de Policía. Desde entonces, una veintena de oficiales y altos cargos del cuerpo han sido relevados de sus responsabilidades, dimitido o suspendidos de empleo.”

Dos días después, la prensa se había eco de la detención del líder del partido neonazi y algunos de los parlamentarios pertenecientes a este partido.

Y acabo dejándoos un par de textos de la novela:
“A no ser que consideremos terrorismo blanco las continuas amenazas de nuevos recortes de los sueldos, de las pensiones y de las pagas extra. Ésta es nuestra versión del terrorismo blanco, el que practica la clase burguesa dominante a través de los organismos del Estado”

“En estos tiempos, las personas de mi posición económica han convertido sus automóviles en bienes inmuebles. No los mueven de donde están aparcados. Yo soy de los pocos que todavía usan el coche para desplazarse. No me extrañaría que Hacienda me abriera una inspección, convencida de que dispongo de recursos ocultos para llenar el depósito”.
Andrés López

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El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas / Haruki Murakami

Hubo una época en mi vida en la que leí bastante ciencia ficción (s-f). Eran los tiempos de Asimov, de Bradbury, de Philip K. Dick y sus androides y ovejas eléctricas (“Blade Runner”, en el cine) de Arthur Clarke, Aldous Huxley, Orwell, H.G. Wells, y algunos otros.
Creo que la literatura no hay otro género que se aproxime tanto a la novela negra como la s-f. La s-f es otra manera de encarar los problemas de la actualidad y algunos temas de hondo calado filosófico.
Sobre todo, dos grandes temas: el de los universos paralelos y el del tiempo.
Ahora, en este mismo instante, mientras escribo esta entrada de mi blog, ¿me encuentro en el único mundo “real”?; ¿no hay más realidad que ésta? o ¿quizás existen “dimensiones paralelas” en las que yo mismo estoy viviendo otras vidas reales?; ¿sueño cuando digo que estoy soñando, o estoy escribiendo en un sueño del que despertaré y que me abandonará en ese momento?
Y el tiempo, ¿es lineal o circular?, ¿puedo volver al pasado y cambiarlo para hacer que sea distinto este presente desde el que vuelvo?; ¿cuando lo haya cambiado, llegaré a una realidad desde la que no sea posible el retorno al pasado?. (Es el tema de Robocop?)
Haruki Murakami me ha llevado otra vez al recuerdo de todos estos temas. Creo que “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas” es una historia fundamentalmente de s-f, una historia (¿o dos?) que se sigue con interés, que está narrada con un estilo propio de las novelas de aventuras, que engancha y que, por momentos, fascina.
Entiendo que no es una novela para “leer en el metro”. Puedo decir, sin rubor, que yo ya la dejé (seguro que porque se me caía de las manos) en una ocasión y que esta era la segunda vez que le hincaba el diente.
Es una novela larga y, a veces, difícil. Allí donde quiere explicar “científicamente” la ficción (como toda novela de s-f) se vuelve complicada y, supongo, discutible. Pero esa es la parte menos importante. Siempre lo ha sido, desde un punto de vista literario. No importa nada a la historia, si ese proceso científico es posible o no.
Os incluyo estos textos que no son míos, pero me parecen interesantes de leer.
Tomado de la solapa:
“Novela aderezada con imaginativas tramas y personajes excéntricos, destila un lirismo contenido y un sutil sentido del humor. […] Combina cyberpunk, novela negra, relato fantástico y reflexión moral a un ritmo trepidante, para devolvernos a un mundo de desolación, ternura e identidades ambiguas”.
Algunos textos entresacados de la novela:
“Recuerda bien lo que voy a decirte: lo que puedan enseñarte los demás acaba en sí mismo, lo que aprendes por tu propia cuenta forma parte de ti”
Qué metáfora para hablar de esos momentos en los que repetimos, por moda, situaciones del pasado (por ejemplo, esta vuelta a la iconografía del Ché)
“En aquella época, todo el mundo llevaba el pelo largo, los zapatos sucios, escuchaba rock psicodélico, llevaba una chaqueta de combate del ejército americano con el signo de la paz pegado a la espalda y se creía Peter Fonda. Vamos, una historia tan antigua que parecía que los dinosaurios fueran a aparecer en ella de un momento a otro”
“Tras devolverme el cambio, el dueño siguió desmontando la batidora. Había un montón de tornillos, clasificados por tamaños, en unos pulcros platitos de color blanco. Allí colocados, los tornillos negros parecían realmente felices.
[…] Di vueltas a la idea de por qué los tornillos parecían tan felices dentro de los platitos. Quizás fuese porque habían dejado de formar parte de la batidora y habían recobrado su independencia como tornillos. O quizás fuese porque consideraban que, con aquellos platitos blancos, les había tocado en suerte un lugar magnífico. En todo caso, era muy agradable contemplar la felicidad ajena”.

Andrés López

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