Este es el libro en el que se inspiró, muy libremente, la película Blade Runner, de fama mundialísima. La experiencia nos dice que el trasladar un libro a la supuesta gran pantalla suele traducirse en un empobrecimiento general del hecho creativo. Hay tantos ejemplos que me contentaré con mencionar a Lolita, una estimable película, pero inevitablemente muy por debajo de la novela original.
Es por ello que me sorprendió tanto escuchar por la radio cómo algunos especialistas cinematográficos, con motivo del 30ª aniversario de Blade Runner, aseguraban que en el caso que nos ocupa la película había superado ampliamente a la novela (por cierto, se trata más bien de una novelita, un cuento largo de 150 páginas). Tanto me sorprendió que me dije, digo, pues me tengo que leer yo esto de las ovejas mecánicas, oyes maja. Seguro que es una exageración de los periodistas al calor de las velas de cumpleaños.
Una vez leída he de decir que no era una exageración, sino que se trataba directamente de una bobada: la película no tiene nada que ver con el libro excepto en la idea de una especie de robots muy avanzados que, en cierto modo, se rebelan. Todo lo demás, pero todo todo, es diferente.
Este no es un relato de acción donde los buenos y los malos se persiguen a tiros por escenarios extraños. No señor, aquí hay un par de protagonistas básicos muy bien diseñados y otro par de ideas fantásticas que precisamente no aparecen en la película, supongo que por falta de habilidad para reflejarlas. Una es la pasión generalizada por poseer algún animal vivo. Y la otra la utilización de una máquina que induce estados de ánimo. Esto último es absolutamente tremendo. ¿Quiero sentirme culpable? Pincho el programa 504. ¿Quiero tener ganas de trabajar? Pincho el 299. ¿Quiero desenamorarme? Pincho el… Brutal, ¿verdad?
Así de potentes son las ideas que maneja este mago de la ciencia ficción llamado Philip K. Dick. Ningún libro suyo te deja indiferente. Y este tampoco, sobre todo por lo que acabo de comentar, quebrando miserablemente mi costumbre de no avanzar nada de los contenidos. Pero en fin, las costumbres varían con el tiempo… y con los estados de ánimo.
Interesante novelita, pues, de agradable lectura. Las reflexiones profundas acerca de la humanidad de los inhumanos me la traen un poco al pairo porque no me parecen tan profundas. Al menos a día de hoy. Yo diría que la historia más bien trasluce una reflexión velada sobre la humanidad de los humanos. Y eso siempre es actual. Y se ha novelado muy bien, desde el principio de los tiempos literarios. ¿Soñamos los humanos con animales vivos? Cuestión de empatía, supongo.