A este autor me lo tenía yo prohibido desde que, por culpa de una cruel y morbosísima descripción que leí en un libro suyo, de cuyo nombre no quiero acordarme, me pasé varias semanas desazonado y sin poder quitar la espantosa imagen en cuestión de la cabeza. Y yo no leo para sufrir, no sé ustedes.
Pero resulta que como todo pasa y dado que la horrible escena se me ha olvidado por completo -gracias sean dadas a mi frágil memoria- me he atrevido con su última novela. Y no está mal, señores, no está mal. Es francesa (pedante a veces, perdonavidas, demasiado reflexiva…) pero con una calidad fuera de toda cuestión.
A pesar de ser gabacha es divertida, se lee con gusto, pasan cosas… Las dos primeras partes (tiene cuatro) me han recordado a los buenos novelistas norteamericanos de la actualidad. Excelente nivel, sí señor. El mismo Houellebecq aparece como un importante personaje, lo que recuerda a Philip Roth cuando Philip Roth era Philip Roth. Pero llega la tercera parte y…
Y Michel te amenaza con la aparición del horror más horrible de todos los horrores. Te describe cómo los más avezados policías vomitan y enloquecen a la vista de cierto espectáculo que, de momento, se demora en describirte. Y ahí me tienen ustedes a mí cavilando ¿sigo o no sigo? ¿Me meto otra vez un chute de infierno en el cerebro?
Pues seguí leyendo, hay que ser subnormal. Pero acerté porque el tal espanto sí que es un espanto, pero de los que se pueden aguantar, de los que quedan un poquito lejos de mis sensibloides meninges. Menos mal. Y a seguir leyendo.
El final de la novela baja un poco, el personaje no hace nada, se deja llevar, no hace nada, envejece, no hace nada, y se acaba. No digo que sea mal final, pero te deja un poco platanito. A lo mejor es lo que pretendía. La verdad es que Michel Houellebeq es bastante depresivo. Pero vaya, como novela es muy buena, con partes interesantísimas, descripciones geniales, pensamientos de los de apuntar, recomendaciones (de tipos de coche, de comida, de literatura, de arte…) muy aprovechables, y un argumento muy redondo.
Queda fuera de toda duda que este hombre es un gran escritor, tan gran escritor como tipo raro. No hay que descuidarse con él. A lo mejor en la próxima sale un hacha de entre las páginas y te hunde el cráneo. Capaz.