Que Sándor Márai sea un maestro en la contención narrativa se demuestra a la postre en la estructura dosificada de obras como El último encuentro. La información se va demorando a lo largo de toda la trama, que no se revela al lector si no es con cuentagotas, en pequeñas cantidades que van incrementando la tensión narrativa hasta alcanzar el momento climático casi al final, donde todo se desvela y cada pieza del puzzle ocupa el lugar que le corresponde dentro del tejido narrativo. Para conseguirlo la sugerencia es fundamental: el lector intuye una venganza apenas esbozada al principio, la necesidad por parte del protagonista de conocer una verdad que no se desvela hasta el último momento. Se sospecha que hay algo más detrás de la solemnidad del ritual de preparación para un encuentro que parece ser decisivo.
Antes de producirse el encuentro Márai da un salto al pasado, remontándose a un tiempo anterior a su nacimiento, para referirse a sus padres. En una lectura superficial esta información puede parecer baladí, pero en realidad ayuda a comprender la relación del general con su esposa, ya que, dentro del tiempo circular, el carácter del general se identifica plenamente con el de su padre y el carácter de su esposa se identifica con el de su madre: hay una repetición implícita, como si el matrimonio de sus padres se repitiera en él mismo.
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