Toda persona culta sabe que Mark Twain se llamaba en realidad Samuel Langhorne Clemens y que se le considera el padre de la literatura norteamericana. Los menos cultos pensábamos que se trataba en realidad de un escritorzuelo conocido por sus libritos para público infantil, véase Las aventuras de Tom Sawyer o de Huckleberry Finn.
El problema de los incultos se basa evidentemente en nuestra falta de cultura. Por ejemplo, que no atinamos con el pretérito indefinido del verbo caber. ¿Cabí? Cupí suena mejor pero entonces el infinitivo sería cuper, lo que no me pega nada. En fin, que en cuanto abrimos la boca o escribimos un par de frases, se nos pilla en renuncio. Incluso cuando nos limitamos a leer.
Porque cuando me pasaron este libro de cuentos me dije a mí mismo, digo dije, vaya mierda. Y es que, además de inculto, soy bastante malhablado. Pero me puse a leerlo porque no tenía otra cosa y además era verano, estación que, como es bien conocido, admite cualquier tipo de extravagancias.
En cuanto leí un par de cuentos… ¡qué digo!, en cuanto acabé el primer párrafo, ya estaba dando saltos de alegría, felicitándome por no haber hincado antes el diente a este genio. ¿Por qué daba saltos de alegría? ¿Porque me refocilo en mi ignorancia? No, señores, no, sino porque ahora sé que tengo ante mí un buen número de horas de seguro disfrute leyendo las novelas de este hombre. Si ya digo yo que la literatura es infinita.
Estos Cuentos Selectos de Mark Twain son una obra maestra del humor, la ironía, la crítica social, la carcajada, la sorpresa… además de estar escritos con una elegancia y una modernidad sumas. Algunos de los cuentos podrían publicarse como nuevos hoy en día y ganarían todos los premios posibles. Tienen una frescura y una originalidad que sólo son posibles en un genio de la escritura, en un hombre rompedor, inventor, que arrasa con sus frases y argumentos.
Me he quedado colgado del tipo, señores. En cuanto tenga un momento voy a la biblioteca a ver si tienen los clásicos. Sí, el Tom, el Finn, Príncipe y mendigo, Un yanqui en la corte del rey Arturo… A ver si poco a poco voy amueblando mi cerebro y, de paso, me lo paso bomba. No es mal plan.