Crónica del Alba – Ramón J. Sénder

Leo por ahí, no sé dónde, que hubo grande escandalera con el asunto que salió en un periódico acerca de que a Jesucristo lo mataron los catalanes.  Y me viene a la memoria lo que le leí a Sénder de niño en el libro primero de Crónica del Alba, uno de esos libros que gusta uno de releer.  Busco y lo encuentro, medio en broma medio en serio el protagonista se burla de unos seminaristas catalanes usando de recursos históricos que no son precisamente descabellados, y deja caer el asunto del  deicidio a manos de un malencarado catalán.

Días después uno de ellos, que se llamaba Tarsicio, me dijo que sería cura y que terminaría la carrera a los diecinueve años. Yo le dije que seguramente no lo aceptarían si no podía enseñar un expediente de «limpieza cataláunica». Los otros tres beatos, que andaban siempre cera de Tarsicio, se acercaron a preguntar qué era la limpieza cataláunica.
-Es para poder demostrar -expliqué muy serio- que vuestros antepasados no intervinieron en la muerte de Jesús.
Añadía, como si fuera un hecho generalmente sabido, que a Jesús lo mataron los catalanes.
-No, eso no es verdad. Lo mataron los judíos -dijo alguien muy excitado.
Yo simulaba una calma de persona mayor:
-¿Vosotros no sabéis que Poncio Pilatos antes de ser gobernador de Judea tuvo el mismo cargo en Tarragona? Ah, si no sabéis historia yo no tengo la culpa. Pero podéis mirarlo en el diccionario.
Tarragona estaba muy cerca de Reus. No más de una hora en tren y era sabido que allí estuvieron los romanos. Este dato tan concreto desarmaba un poco a los futuros sacerdotes. En cuanto al diccionario yo sabía que no podrían consultarlo.
-Vosotros sabéis -les dije- que los romanos sacaban sus tropiasde las colonias y que los mejores soldados de aquel tiempo eran catalanes de la ribera de Llobregat.
-De allí soy yo -dijo uno.
-Y como eran tan buenos soldados Pilatos se los llevó a Jerusalén. Cien soldados y un centurión. El centurión era de Arenys de Mar e iba siempre jurando: redeu, redeu, filldeput. Ese es el que prendió a Jesús, lo clavó en la cruz y se jugó sus vestidos. Y se llamaba Lonchinat, de donde vino Longinos, el que dio también la lanzada a Jesús.


Oz

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