Hay quien dice que la cumbre novelística de todos los tiempos se alcanzó en tiempos de la novela realista, durante el siglo XIX. Hay quien asegura que Tolstoi es el novelista por excelencia. Está muy extendida también la idea de que Guerra y Paz es el ejemplo perfecto de novela infumable, sobre todo debido a su tamaño. Hay gente para todo.
Al escritor ruso emigrado-a-la-fuerza Vasili Aksiónov, fallecido en 2009, no le afectan las cuestiones de tamaño: su novela Una saga moscovita tiene 1200 páginas de las grandes, cada una de ellas repleta de letras, palabras y símbolos varios. Cuando un lector voraz se encuentra ante un tal tocho, lo primero que piensa es “como esto sea bueno, voy a morir de placer”.
Y, efectivamente, fenece. Y desde la ultratumba, desde el limbo de los ahítos en gustazos permitidos, escribe una corta crónica con la intención de extender la buena nueva entre los lectores empedernidos.
He aquí un novelón. Una estupenda novela de estilo clásico, heredera directa del mejor realismo ruso (que siempre tiene algún toque irreal, por cierto), en la cual evolucionan unos personajes humanos en medio del inhumano caos estalinista. Imagínense ustedes Ana Karenina en los tiempos más duros de la dictadura comunista, la más cruel y sangrienta de todos los tiempos. Es una época y un argumento que, por sí solos, hacen salivar.
Si a esto se le une que el escritor es un maestro en su profesión, ágil, directo, sensible, despiadado, amoroso… manejando los hilos de la ficción con una delicadeza fruto del conocimiento técnico acumulado en toda una vida en las cumbres de su profesión artística, comprenderán ustedes que les recomiende este libro. Se lo recomiendo con alegría… y con mucha pena por haberlo acabado.
Cada vez que mi ignorancia “descubre” un nuevo genio, el mundo se me hace más amable, más merecedor de ser compartido. ¿Para qué más? Buscaré más libros de este señor.