¡Ya tenía yo ganas de pillar un libro que me enganchara! Llevaba tiempo sin aparecer por estos lares porque mis últimas lecturas no llegaban a la categoría de “morrocotudas”. Y se me ha comunicado, por pasiva y por lectiva, a través del POM (Presidencia Omnisciente y Morrocotuda), que tan sólo comente libros verdaderamente “morrocotudos”, como su propio nombre de página indica.
Lo último que he leído ha sido “Bambú”, del mismo William Boyd (una serie de interesantes y variopintos artículos), e “Inglaterra, Inglaterra”, de Julián Barnes (una novela tan inteligente como pedantesca, aunque puntualmente excelente, por supuesto), pero, fiel a la norma recibida, no los voy a recomendar (los paréntesis no cuentan). También ando enfrascado en la saga naturalista de Zola, “Los Rougon-Macquart”, una serie de veinte novelas tremebundas que quizás comente cuando la acabe… calculo que dentro de un año más o menos. Por lo demás leo la prensa todos los días (siempre se logra capturar algo morrocotudo), los subtítulos de las películas subtituladas (cada vez hay menos) y los avisos de tráfico (para reducir mi cuota de multas), pero a ustedes todo esto no les importa lo más mínimo, o sea que vayamos al asunto.
“Tormentas cotidianas” es una novela de suspense (thriller), con vitola populista (bestseller), firmada por un ESCRITOR. El protagonista es un tipo normal que se ve metido en un lío sin comerlo ni beberlo. La protagonista es la ciudad de Londres, a la que acabamos conociendo, en la medida de lo posible, como al sudor de nuestras propias axilas. Los personajes secundarios están diseñados con mimo y coherencia. Los hay malvados malvadísimos, malvados a medias, tontitos, científicos, asesinos, desgarramantas, policías parvos, policía hermosa, hippie antiguo, predicadores misteriosos (la apabullante secta de los Juancristo merecería un capítulo aparte), perro cochino, parterres, río, puta, chorizos, niño estupefacto… Una panoplia de actores magníficos que te hace saltar de alegría entre líneas.
El argumento se sigue con una facilidad resbaladiza. No hay trampas de ningún tipo. La acción avanza a plena lógica, con sus cambios de escenario en los momentos justos, sin exigir mayor esfuerzo al lado izquierdo del cerebro (el pensante), permitiendo que el otro lado (el sintiente) se solace en el butacón de la lectura. Cierto es que estas características las comparte en alguna medida con los más famosos bestsellers (ejemplo, el “Código Da Vinci”) pero no se me confundan ustedes porque ya he mencionado antes que el autor de esta novela es un ESCRITOR.
Y respecto a este ESCRITOR, William Boyd, no me voy a repetir porque ya tengo consignado lo que opino de él en anteriores comentarios a sus novelas Armadillo y Sin respiro.
Resumiendo, un excelente libro para llevarse a la playa. Desconectarán ustedes de su vida cotidiana, pero con un plus de calidad que les hará muy felices. Son 444 páginas.
Alberto Arzua
Un horror de libro. Ni calidad de escritura, ni trama creible, unos personajes sin el menor contenido, nada de nada.
Repito, un horror.
Habitualmente, me gustan los libros de W. Boyd. Éste es una decepción completa: nada creible (personajes, situaciones…).
Esperaré el próximo.