Tres dólares / Elliot Perlman

     He aquí un nuevo escritor de habla inglesa (australiano) de talento. Con este su primer libro, publicado en 1998, hizo su presentación por la puerta grande en la comunidad literaria mundial. Tomando como base la novela se hizo una película en 2005 que aún no se ha llegado a exhibir en España.
     
     Leyendo este relato me he dado cuenta de una de las razones principales por las cuales soy tan aficionado a la literatura anglosajona: la veracidad con la que tratan la realidad más cercana. Suelen hablar de la clase media, y hoy en día clase media somos casi todos. Suelen hablar del trabajo, las parejas, la evolución de la personalidad y de las ideas, los gustos, los sentimientos, los fracasos, los buenos momentos, los triunfos, las decepciones… de personas normales, de las que te encuentras por la calle y con las que intercambias vivencias casi todos los días.
     
     Por supuesto que los protagonistas de estas novelas no son incultos (no hay muchos “Santos inocentes”), ni superhéroes (de las finanzas, abogacía, arte, ciencia…), ni marginados (a ver quién es capaz de crear una buena novela con los sentimientos de los marginados), ni asesinos en serie… Son personas con una cierta capacidad de reflexión y que tienen una vida normal. Creo que esto es lo que provoca cierto rechazo en un amplio espectro de lectores, que prefieren algo que les avente su cotidianeidad. No tengo nada en contra, pero yo prefiero justo lo contrario.
     
     Me gusta recibir lo que otros perciben dentro de un campo anímico similar al mío. Y si lo hacen de una forma artística, el disfrute es completo: cuerpo, mente y emociones. Lo del cuerpo no es ninguna exageración, ya que una buena escritura me orgasmiza bastante más que la bebida del mismo nombre (orgasmo, muy popular entre los jóvenes, una combinación básica de vodka y piña colada).
     
     Y vayamos con los ejemplos gustositos. Sección de citas:
     
     Problemas básicos de la convivencia en pareja. Uno. Adivinen de qué se está hablando:
     
     Cuando uno vive solo, por lo general sabe de antemano en qué momento le va a tocar realizar actos de la más estricta intimidad y, por tanto, puede prepararse en consecuencia. Pero cuando se vive en pareja no suele haber aviso previo, así que si uno no confía plenamente en todos los orificios y las protuberancias de su cuerpo, puede que su rendimiento en el terreno sexual se vea afectado, lo que puede afectar de rebote al resto de su mundo.
     
     Dos. Aquí es más fácil saber de qué trata.
     
     …uno no puede pensar porque tiene mucho sueño y lleva sin dormir desde antes de la última glaciación, porque la sección rítmica de un grupo de reggae ha subarrendado el espacio que queda entre las trompas de Eustaquio y la garganta de su novia para poder ensayar entre la una y las seis de la madrugada sin perturbar el sueño de quien realmente importa, es decir, ella.
     
     Una chica en silla de ruedas intenta llamar la atención.
     
     Con unas manos torpes y unos brazos que parecían quedarse quietos o empezar a moverse de repente sin que ella interviniera para nada, como si se pasara la vida esquivándolos, ha sacado una calculadora pequeña
     
     ¡Ese “como si se pasara la vida esquivándolos” me parece exquisito!
     
     Una conocida confiesa un ligue extraño:
     
– … Tiene cáncer, Eddie. Me sentí fatal cuando me lo dijo. Luego me cogió de una mano y me la besó.
– ¿Dónde?
– Allí, en el restaurante, tal y como estamos sentados tú y yo ahora
– No, que dónde tiene cáncer
– En la próstata. Me dijo que pronto tendría que ingresar en el hospital y que quería ir a un hotel conmigo. Sólo una vez. Normalmente no hago estas cosas, pero me pareció que era lo más correcto, que era una obligación moral.
– ¿Y fuiste?
– Cogimos una habitación en el Regent

     No se nos dice, pero la conocida se nos antoja simplota, ¿o no?
     
     Un poco de negativismo treintañero, en una reunión de amigos:
     
     … Y allí estábamos todos, acercándonos a ese momento de resignación de los treinta y tantos en que las esperanzas pasan a formar parte del fondo editorial y en que ya habíamos tenido las conversaciones que íbamos a tener en nuestras vidas; el momento a partir del cual las conversaciones futuras ya no serían más que versiones adaptadas de las conversaciones pasadas.
     

     Bonita metáfora:
     
     Juntos habíamos hecho a nuestra hija, tanto Tanya como yo la queríamos mucho más de lo que nos queríamos a nosotros mismos. Los abrigos que nos habíamos regalado mutuamente habían producido mucho más calor de lo que jamás podría haber llegado a imaginar el fabricante.
     
     Acabemos con una original descripción del dolor de lo cotidiano (a leer despacio):
     
     En cierto sentido, completar el informe significó el regreso a los cortes hechos con hojas de papel, a los picores y a las inexplicables distensiones y magulladuras de la normalidad, de todo lo cual siempre ansiamos huir aunque jamás lo conseguimos por mucho tiempo. Por eso se ensalzan tanto los orgasmos y el idealismo nos parece tan reconfortante. La cotidianeidad, sin embargo, es persistente y tiránica.
     
     No suelo revelar los argumentos de las obras que comento y aquí no pienso hacer una excepción. Sin embargo desvelaré que la idea clave de toda la novela es la crítica al liberalismo triunfante y descontrolado. Para ser de 1998, parece una acertada premonición.
 

Alberto Arzua

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