Justo – Carlos Bassas del Rey

Cuando ustedes lean la expresión “atención, spoiler”, háganse el favor y traduzcan por “a continuación voy a destripar el argumento”. Pues eso. Ya sé que empezamos bien, pero por algún sitio hay que empezar.

El prota de esta novela, un viejillo cabrón llamado Justo (qué curioso, el título también tiene spoiler, digo destripe) dedica su vida a impartir justicia, que aquí viene a significar matar gente de la que sobra. La cosa le viene de que su madre, que debía de ser fina, le convenció desde chiquitín de que él, Justo, era un enviado de Dios a la tierra con el mandato divino de asesinar malvados.

Esto lo practica en la Barcelona de hoy en día, con muchas ganas y no menor acierto. Se acabó.

Hasta que llega el día en el que te das cuenta de que se acabó. De que tu vida ha sido una mierda. De que te han estafado. De que el único estafador eres tú.

El estilo que usa el escritor este de nombre tan campanudo es directo, apresurado, como si te estuviera respirando detrás de la oreja. Las ideas (el fondo por oposición a la forma, entiéndanme) son por el estilo. A mí lo siguiente me recuerda a la película “Sin perdón”, del Clint Eastwood, no sé si se acuerdan, una de vaqueros.

El del pincho viene a por ti, al cuerpo, y en menos de un segundo te abre un boquete. Si el tío es bueno, no hay nada que hacer. El de la pistola, en cambio, entre que la busca, la saca, la prepara —cuando no la lleva lista y se revienta un pie o se hace otro agujero en el culo— te da tiempo para tomarte un cubata.
Además siempre fallan el primer disparo.

De vez en cuando, es decir, con bastante frecuencia, suelta buenas paridas.

Sé que Dios lleva su cuenta; yo llevo la mía por si el día de mañana surgen discrepancias.

Y hace frases muy bonitas y sonoras. En la siguiente, no sé por qué, se le ha colado una falta de ortografía.

Me palpo la yaga abierta en la espalda. Es sangre clara; por suerte no me ha tocado el hígado.

Seguro que es un error de transcripción, como se suele decir. Pero, a lo que vamos. Yo lo recomiendo este libro muy fervientemente porque es divertido, original, ágil y bien escrito. Conviene leerlo con un plano de Barcelona y sin prejuicios pueriles hacia viejos asesinos.

Una de los mejores hallazgos de esta novela, por cierto, es que el tal Justo te recomienda la lectura de otra novela, a saber “La mano armada”, de Carlos Pérez Merinero. Me la acabo de leer. En cuanto recupere el aliento intentaré comentársela.

Alberto Arzua

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