Las nuevas generaciones de cinéfilos y lectores deben saber que «Los Miserables» y «Nuestra Señora de París» son libros escritos por Víctor Hugo, un literato francés que nació en Besanzón el 26 de febrero de 1802 y murió en París el 22 de mayo de 1885. Así es que ya lo saben amiguitos: las obras mencionadas no las escribió Walt Disney ni ningún otro publicista o creativo al servicio de Hollywood. Y es que, por ejemplo, en la película que se intituló «Los Miserables» , y que hace poco se exhibió en los cines de casi todo el mundo, no se da crédito en los anuncios promocionales, de portada y presentación, a su verdadero autor. ¡Con eso que la magistral pieza literaria ya es de dominio público!
En fin, esto no debe mermar el interés de los jóvenes para que abran el voluminoso tomo -producido al estilo d los folletines decimonónicos-, y encuentren una sana diversión leyendo durante algunos días o semanas «Los Miserables». Siendo romántico, Víctor Hugo, empero, es un precursor de Emilio Zola en cuanto a la escuela naturalista y el realismo social, que ya se plasma en las aventuras de Jean Valjean y su pequeña hija adoptiva, la dulce Cossette. Claro está que los obreros y los niños marginales de París hablan con el retórico lenguaje del poeta de Besanzón, mientras que los trabajadores que aparecen en «La Taberna» se expresan y se conducen tal como son en la vida real. Con todo, Hugo y Zola son también pioneros de la novela de denuncia, de la novela de izquierda, con lo que pintan su raya respecto a otro genial autor: Honorato de Balzac, que, impertérrito, permanece en la «prudente» derecha.
Finalmente, no omito reiterar que «Los Miserables» es una gran novela, en la que se plasman con nitidez todos los valores humanos habidos y por haber. Sus páginas son ricas en amor a la humanidad y mientras este planeta no sea gobernado definitivamente por robots, será una obra de lectura obligatoria para los que ya han aprendido a leer.
Matías Antonio Ocampo Echalaz
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