Menos Amélie, más Clarissa Dalloway / Deborah Antón

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Ediciones Amargord – Colección Avena Loca

«Sembré avena loca, ribera de Henares»: así es como describe el Arcipreste de Hita la experiencia de haber amado, y así es para nosotros (los poetas que integramos la colección Avena Loca) escribir poesía en estos tiempos que corren.

El director de la colección, Jesús Urceloy, poeta y profesor madrileño, define con estas palabras la filosofía de la colección: «Publicar primeros libros de autores inéditos, en la que tendrán prioridad los alumnos de mis talleres, sin olvidar por ello a ex-alumnos y otros autores necesarios. No será una colección de autores jóvenes sino inéditos, aunque a menudo ambos adjetivos vayan de la mano.»

La colección ha comenzado con tres libros:
1. Todo sigue así, de Julio César Navarro.
2. Menos Amélie, más Clarissa Dalloway, de Deborah Antón
3. Peligroso asomarse al interior, de José Antonio Rodríguez Alva

«Menos Amélie, más Clarissa Dalloway» habla en parte, como se puede deducir del título, sobre los mitos. Sobre las imágenes que nos inspiran y nos hieren. Sobre la vida, sobre la infancia, sobre el despertar. Sobre lo que es alucinarse y ver el mundo con ojos asombrados. También hay un rendir culto y homenaje y un apagarse despacio.
Formalmente, entre los 26 poemas que componen el libro, hay poemas de casi todo tipo: verso libre, versículo, endecasílabos, alejandrino, aunque con preferencia por el verso blanco.

Sobre la autora: Deborah Antón (Alicante, 1986) creció en Elche. A los 18 años se trasladó a Madrid para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas, carrera que no llega a ejercer más que como becaria. En la actualidad estudia Lengua y Literatura Españolas. Ha participado en las compilaciones «Manos a la obra» y «Manos a la obra II» (Fuentetaja, 2010 y 2011) y ha publicado la plaquette «La caja de galletas» (Béjar, 2011). «Menos Amélie, más Clarissa Dalloway» es su primer poemario.

Algunos poemas:

Apache

Soy un perro de caza.
Me han adiestrado contra
siete tipos distintos
de relaciones,
incluyendo sonrisas
y besos en la lluvia.

Mis fuerzas son mecánicas. No lloro
cuando veo en el fuego
mi pasado de perro en las montañas.
Me conformo con ver cómo reluce
el trabajo bien hecho, las monedas
que emite mi señor.

Yo también soñaría
con un ramo de flores
si pudiera. No puedo oler el miedo,
no puedo oler tus náuseas
ni tus ganas, no puedo
socorrer esa angustia.

Me programaron para relamerme,
cumplir con mi trabajo.
En mis miembros lisiados
por orden alfabético
no cabe más.

 

Un día de esos

Estoy, soy en el mundo, en el sofá,
en el aire caliente del espacio
cybertodo, tan limpio, tan seguro.
Nadie puede alcanzarme sin la clave.
Habito esta prisión de boli bic,
de apuntes en Arial, de té entre horas.
Los días se disipan con el humo
fumando un cigarrillo en la cocina.
Desayuno mirando Bob Esponja.
Sólo escribo poemas por encargo.

 

Estas ganas

Un tío me pone ojitos y yo reviento una lata.
¿Por qué siempre hay un padre gordo
que me abraza en la gasolinera?
Sólo quiero que me pongan buena nota.
Sólo quiero al profe.
Siempre me pongo a salivar al oír un saxofón
y estas ganas
son de las que se cuelgan del cuello
como guirnaldas de cuentas en los desfiles de Nueva Orleans.

 

Vidas

Yo siempre guardaba ajos
en la cocina, qué desastre.
Guardaba el dinero en cajas
-mamá se llevó las pilas-
y no tengo para sellos.

Ahora compro en el zoco de Internet
y comparto amigos
puntúo desafíos sobrenombres
y me dejo llevar
por el olor a limpio de la ducha.

Moussel, Moussel de Legrain…

Esta vida debería comerse
con cuchillo y tenedor.

 

Epitafio

Quiero comer arroz todos los días,
que el sol me acune siempre entre palmeras.
Dejadme en un colchón,
apagad esa música infernal.
Y quiero que la ropa no me ciña.
Bien abiertos los brazos:
llevo el olor de todos en el cuerpo.

 
Deborah Antón

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