Los príncipes demonio – Jack Vance

La segunda trilogía, en orden cronológico, del inagotable Jack Vance, se compone de cinco divertidas novelas de aventuras: El rey estelar, La máquina de matar, El palacio del amor, El rostro y El libro de los sueños. La disculpa argumental es sencilla: un niño contempla cómo unos asesinos matan a toda su familia. ¿Toda? No, porque queda un pariente justiciero que dedica su vida a entrenar al niño para la venganza. Y el niño dedica su vida a la venganza, faltaría más. Hay cinco malos, a uno por libro.

La cosa suena a Conan, pero al Conan de los primeros comics, no a aquel figurillas de tobillos finos y dibujos estereotipados en que se convirtió la serie a a partir de un cierto y mediático momento. Pero dejemos al Suarchi, que bastante tiene con sus esteroides.

Estos libros, por decirlo claro, son un desmadre absoluto. A veces pasan cosas a toalapiña, otras veces la historia se demora en el grácil caminar de una doncella o en las condiciones objetivas de los trabajadores de palacio. Son ejemplos falsos, pero sí que es cierto que toda la serie da la impresión de que su creador pasaba por momentos… curiosos, de esos tan habituales en la costa oeste de los Estados durante las décadas de los sesenta y setenta. Es una impresión que me gustaría que alguien decontrastara.

Todo esto no quita para que estas novelillas se lean con fruición, al estilo de las de Agatha Christie. Y es que, además de las magníficas imaginelas (no busquen el palabro, es imaginario) marca de la casa, existe una constante en el desenlace consistente en que el prota tiene que reconocer al malísimo entre unos cuantos personajes disfrazados. También es una constante la existencia de chica magnífica, chica que acabará haciéndose a un lado por incompatibilidad manifiesta con el asesino en serie cinco en que se ha convertido su noviete.

También hay naves espaciales de segunda mano, razas imposibles, ropas coloridas, tabernas, posadas, invencibles esbirros, aeropuertos, más allases, policías y contrapolicías, venenos lujuriosos, dobles y triples morales, poetas y filósofos contraculturales… Pero sobre todo hay diversión, muchísima diversión, todo el rato la juerga padre para el lector. Yo, en cuanto acabo una serie de estas necesito quitarme el polvo cósmico a base de contravenenos letales. Ahora mismo voy a pillar un novelón húngaro del siglo pasado. Y encantado.

Pero en cuanto lo acabe me lanzaré como un lobo a por la siguiente serie de Jack Vance. Es una pena que es señor sea finito. Su imaginación y buen humor, sin embargo, no tienen fin. Compruébenlo, por favor, no se arrepentirán.

Veamos, por ejemplo, una entrevista con un posadero galáctico:

-¿Estuvo siempre solo, señor Smade?

-No, tenía tres esposas y once hijos.

-¿Qué fue lo que le impulsó a establecerse aquí? Es un mundo más bien lúgubre.

-La belleza está en el ojo de quien la mira, ¿no es cierto? No me ha importado establecer un refugio de descanso para quien quiera venir hasta aquí.

-¿Qué clase de gente suele venir a hospedarse aquí?

-Personas que desean descansar y necesitan tranquilidad. Y, ocasionalmente, cualquier viajero que proceda del espacio, o los exploradores espaciales, por regla general.

-He oído decir que algunos de sus clientes son tipos duros. Le diré, con franqueza, que según se cuenta por ahí, es creencia general que el Refugio Smade alberga a los piratas más famosos y a los aventureros más peligrosos de Más Alla.

-Supongo que esas personas también necesitan descansar ocasionalmente.

-¿Y no ha tenido dificultades con esa gente? Es decir, para mantener el orden…

-No. ellos conocen mis reglas. Yo les digo: «Caballeros, desistan, por favor. Sus diferencias son cosa suya, ustedes están de paso como fugitivos. La armoniosa atmósfera de este Refugio es mía y sepan que estoy dispuesto a mantenerla permanentemente».

– ¿Y eso es suficiente para que desistan?

-En la mayoría de los casos.

-¿Y si no?

-Los tiro al mar.

Acabemos la citas, pocas pero enjundiosas, con una loa al arte poético:

Hay una cualidad humana que resulta difícil de definir con precisión: es posible que sea la más noble de las cualidades humanas. Contiene y supera la franqueza, la generosidad, la comprensión, la finura de la distinción, la intensidad, la rectitud de miras, el compromiso total. Participa en todas las percepciones humanas, abarca toda la historia de la humanidad. Es caracterísitca de todos los grandes genios creativos, y no se puede aprender; intentarlo es ridículo… como diseccionar una mariposa, enfocar un espectroscopio hacia el ocaso o psicoanalizar la risa de una chica. La tentativa de aprender es autodestructiva; cuando la erudición entra, la poesía sale. ¡Cuán habitual es que el hombre de talento sea incapaz de sentir!

Alberto Arzua

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2 respuestas a Los príncipes demonio – Jack Vance

  1. Félix dijo:

    Muy buen comentarigusta mucho, se ve que eres un fan de Vance, al igual que yo.
    Pero me gusta todavía más la cita inicial, eso de que no hay que dejar los libros en manos de los intelectuales.
    En verdad es asi, he leido en otra web una crítica a Vance diciendo que sus novelas son un bodrio. ¡Qué estupidez! Se le podrá criticar por otras cosas, pero por aburrido desde luego no. Es uno de los ecritores más diver tidos que yo jamás haya leido. Lástima que se murió, aunque siguió escribiendo casi hasta el final. Por cierto no he leido lo último que hizo. A ver cuando…

  2. Félix dijo:

    Por cierto, la mejor de la serie es «El rostro», una auténtica maravilla, un perfecto tratado de antropología cósmica (ojalá que el mundo futuro pudiera ser así) y una novela de aventuras de primera. Concretamente el capítulo del hadaul es dificilmente superable.
    Saludos.

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