Los trazos de Javier Royo cierran un taller de cómic solidario

 Mònica Faro.

Un aula, hojas en blanco, lápices y la creatividad de quince alumnos han sido suficientes para celebrar el primer Taller de Cómic de Comercio Justo en La Casa Encendida, en el que Javier Royo ha impartido hoy una clase magistral de dibujo, reflexión e imaginación para improvisar historietas más solidarias.
 
"Para dibujar lo fundamental son las ideas, que es lo único que no está en crisis en este mundo y eso es lo que hay que potenciar en los chavales", según el ilustrador y diseñador catalán Javier Royo, que se ha sumado hoy al taller dirigido por un profesor de secundaria.
 
Quince alumnos de 12 a 15 años han compartido esta semana su pasión por el dibujo desde una perspectiva más social, sin olvidar sus preferencias y sus influencias artísticas: en el taller hay espacio para los superhéroes, el manga y cualquier estilo, porque "la clave es la inquietud por contar cosas", afirma Royo.
 
El taller ha conjugado la libertad creativa con sesiones intensivas de teoría para asentar aspectos técnicos y bases del lenguaje del cómic, importantes a la hora de dibujar pero no imprescindibles.
 
"Parte del milagro de este lenguaje es que lo necesario para lanzarte a ello es muy accesible: con un papel y un lápiz se puede hacer un cómic", reitera el profesor.
 
Precisamente, así descubrió Javier Royo su vocación, haciendo dibujos para sus amigos cuando estaba en clase, ha confesado hoy a los alumnos. Por eso ha buscado "en el cajón de los recuerdos" para repasar su carrera en compañía de los alumnos.
 
Según el ilustrador, estos aprendices tienen la "edad ideal, porque se abren al mundo", algo imprescindible en un taller orientado a aprender a dibujar y "a contar cosas que suceden alrededor".
 
Además de llevar su trabajo a varias exposiciones de diseño, su personaje más reivindicativo, "La cebolla asesina", ya ha cumplido quince años, y con él se ha acercado a temas "que parecen muy complejos en los telediarios pero que, con ironía y vegetales, acaban creando un plato digerible", afirma.
 
En apenas diez horas de clase los alumnos han desarrollado historias en color y en blanco y negro, sin soltar el lápiz en ningún momento, ni siquiera en las pausas.
 
Apasionados o no de los superhéroes, se han tomado el taller como una misión, "en la que han podido transmitir cosas con total libertad".
 
Fuente: elconfidencial.com
 
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