Mal de escuela

Este es un ensayo acerca de los alumnos de escuela más atrasados, los tontos tontísimos, los que nunca entienden nada. En francés se llaman “cancres”, expresión que dicen que no tiene traducción al español. Vaya. Yo creo que “zote” quedaría bien.

Resulta que el escritor de este libro fue él mismo en su infancia y juventud un zote tremendísimo. Después se curó del zotismo y se hizo profesor y escritor de éxito
(vende cientos de miles de ejemplares en la dulce Francia). Parece ser que su madre todavía no se cree el cambio y cada vez que le comentan algún éxito de su hijo, suspira, ay, ay, ay, como si temiera que se fuera a descubrir todo el pastel. Zote una vez, zote para siempre.

Contra este determinismo negativista lucha Pennac a lo largo de su libro. Es un hombre muy pero que muy convencido de los beneficios de la enseñanza; se trata de un profesor profundamente vocacional que nos explica toda la cuestión de los zotes, los padres, los profesores… de una manera muy amena a la par que profunda y educativa (no lo puede evitar).

Las madres le llaman, preguntándole, desesperadas:

– ¿Pero, en qué se va a convertir mi hijo?

Entonces, intento contarles algo divertido:

– ¿Conoce usted la única manera de hacer reír a Dios?

Dudan al otro lado del teléfono.

– Cuéntele usted sus proyectos

(…)

Un padre muy estirado afirma, categórico:

– A mi hijo le falta madurez

Se trata de un hombre joven, bien vestido, muy rígido. Pennac pregunta la edad del niño.

– Once

Le respondo:

– Tengo la solución

Ah, bien. Mirada de profesional a profesional. ¿Y?

– Espere

No le gusta. Se va. Al día siguiente se cruza con él por la calle. El señor estirado, el padre del niño inmaduro va en patinete.

Y acabo con una cita larga pero muy interesante de un tal Ali, antiguo zote, actualmente profesor especializado en fracaso escolar:

Cojo a los jefecillos de quince o dieciséis años, los aíslo provisionalmente del grupo, porque siempre es el grupo quien los mata, quien los impide constituirse, les pongo una cámara en la mano y les digo que hagan una entrevista a uno de sus colegas. Hacen la entrevista solos en un rincón, lejos de otras miradas, vuelven y vemos la película todos juntos, con el grupo. Nunca falla: el entrevistado hace el tonto como siempre delante del objetivo, y el que le filma le sigue el juego. Hacen gestos, exageran el acento, repiten sus palabrejas de tres al cuarto lo más fuerte posible, igual que yo cuando tenía su edad, como si se dirigieran al grupo, como si el único espectador posible fuera el grupo, y durante la proyección sus colegas se ríen muchísimo. Vuelvo a echar la película dos, tres, cuatro veces. Las risas se espacian, son menos seguras. El entrevistador y el entrevistado sienten que está pasando algo raro, que no llegan a identificar. A la quinta o sexta proyección se observa una verdadera incomodidad entre ellos y el público. A la séptima u octava vez (te lo aseguro, a veces he tenido que proyectar nueve veces la misma peli) ya lo han comprendido todos, sin explicarles nada, que lo que sube a la superficie de lo que se ve es lo ridículo, lo falso, su comedia habitual, sus mímicas de grupo, todas sus habituales escapatorias y que todo eso no tiene ningún interés, cero, ningún atisbo de realidad. Cuando han llegado a ese estado de lucidez paro las proyecciones y les hago repetir la entrevista, sin ninguna explicación adicional.. Esta vez se obtiene algo más serio, relacionado con la vida real (…) poco a poco va apareciendo la adolescencia en los adolescentes, dejan de ser jóvenes que se divierten asustando (…) su adolescencia atraviesa su apariencia, se impone, su ropa, sus gorras se convierten en accesorios, sus gestos se atenúan, instintivamente el que está filmando acerca la cámara, ahora es la cara lo importante…
Este es un libro escrito desde el amor a la educación, desde la creencia de que prácticamente todas las personas pueden llegar a cultivarse y a crecer como tales personas. Muy interesante para quien se sienta atraído por el mundo de la educación.

Por cierto, en el último capítulo habla del amor. Leído por alguien con más de 20 años de experiencia en la enseñanza y escrito por alguien que… también ha pasado lo suyo… pues… emociona. Snif. Habla del amor mediante una metáfora preciosa que no pienso desvelar.

 

 

Mal de escuela, de Daniel Pennac
Editorial: Mondadori

256 páginas; 20,90 euros
ISBN: 9788439721291

Daniel Pennac (Casablanca, 1944) es conocido sobre todo por una serie de novelas negras y gamberras que giran en torno a la Familia Malaussène. Son invariablemente divertidas y sorprendentes, muy recomendables.

 

 

Alberto Arzua

Esta entrada ha sido publicada en Ensayo y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.